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Channel: La Selecta, arte contemporaneo y cultura popular en Ecuador
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Sobre museos y convocatorias públicas

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En marzo de 2019 el Comité de Actores Culturales circuló un comunicado público: cuestionábamos la política cultural en la gestión del ex Alcalde Mauricio Rodas, pero a la vez nos preguntábamos sobre la visión de lo cultural que propondría la entrante administración municipal.  Nos preocupaba una visión de la cultura centrada en el espectáculo y definida a partir de reivindicaciones  identitarias como la quiteñidad. También advertíamos que en la propuesta cultural de la candidatura del actual Alcalde Jorge Yunda no se hablaba de la relación entre cultura y educación. Ahora que han pasado  seis meses de la nueva gestión municipal, aún sin un horizonte claro, nos preguntamos cuál es la propuesta política en materia de cultura de esta Alcaldía  y qué rol tendrán los museos y centros culturales en la consecución de  la misma.

A día de hoy, a medio año de su gestión, la Secretaría de Cultura  no ha convocado a ningún concurso público para la selección de coordinadores de museos y centros culturales, lo cual nos causa una gran preocupación. Hay que recordar que en la alcaldía de Mauricio Rodas, y a partir de un pedido de este Comité, se convocó a concurso público para la selección de coordinadores  del Centro Cultural Metropolitano y el Centro de Arte Contemporáneo. Este hecho sentó un precedente importante para la gestión cultural institucional y pública de la ciudad. Museos y centros culturales requieren para su coordinación y otros cargos, perfiles técnicos capaces de gestionar dentro de las instituciones y en articulación con otras instancias de gobierno, pero en diálogo y tensión con los agentes culturales y sociedad civil, en el marco de una política cultural de ciudad.

Los museos y centros culturales son espacios de encuentro, educación, pensamiento y producción, que no deberían estar sometidos a la precariedad institucional que cada cambio de administración municipal ocasiona. Sus programas deben ser sostenidos a largo plazo, para que así  sirvan a las diversas comunidades que los visitan, los usan y también los interpelan. Los museos deben contar con  programas de investigación y proyectos educativos enfocados en niños,jóvenes y adultos; creemos que solo así los contenidos artísticos y culturales generan reflexión y auto reconocimiento crítico dentro de la sociedad. 

Solo una convocatoria pública y un concurso transparente crean legitimidad en un cargo e independencia de directores y coordinadores frente a las direcciones culturales y municipales. Esa legitimidad es posible con una elección pública con veeduría ciudadana y de especialistas en el campo de la cultura, para la cual sugerimos se conforme un comité con la participación de: 

2 Representantes del Municipio del Distrito Metropolitano de Quito.
1 Representante de la Red Ecuatoriana de Museos.
1 Representante de los artistas. 
1 Representante de la Academia (Facultades y Carreras de Artes Plásticas, Artes Visuales, Historia, Historia del Arte, Antropología, etc.)
1 Representante de los trabajadores de cada museo.
1 Representante de casas culturales y espacios independientes  de la ciudad de Quito.

Como lo manifestamos en anteriores comunicados  creemos que la elección del directivo tendría que estar respaldada por su  trayectoria profesional  y por la presentación y defensa de un proyecto, además de una comprobada ética en la gestión y funciones en instituciones públicas. Es decir, que los postulantes a esta convocatoria deberían presentar un proyecto de trabajo como requisito de participación. En consonancia con lo anterior, nos preguntamos sobre las funciones de la Coordinación Institucional de la Fundación Museos de la Ciudad (nombramiento que depende  del Directorio de la Institución), pensamos que es necesario que se haga público el perfil y los alcances de este cargo, así como también hacemos un llamado para la participación activa en el directorio de la Fundación Museos – según lo plantean sus estatutos- de representantes de la sociedad civil que permitan veeduría y voz en la gestión de esta instancia.

En esta carta insistimos y demandamos que se convoque de manera urgente a concursos públicos para las coordinaciones de todos los museos y centros culturales a cargo del Distrito Metropolitano de Quito y la Fundación Museos de la Ciudad. Ademas, proponemos  que las resoluciones de esa elección sean transparentados de manera pública, para que así los actores culturales y la ciudadanía conozcan el proyecto por el cual fue elegido cada coordinador. Se debe agregar, que para garantizar la autonomía de museos y centros culturales es necesario que se firme un acuerdo entre la Secretaría de Cultura y cada coordinador, en este documento se deberían establecer los términos del cargo, asignaciones presupuestarias y su duración. Creemos que solo así se pueden generar las condiciones para que las diversas comunidades puedan evaluar lo que sucede en los museos y centros culturales. Nos preguntamos si es posible que nuestros museos tengan condiciones de trabajo dignas,  que detenten una gestión transparente, eficiente y ética y con la capacidad de generar y acoger contenidos y programas de calidad pensados desde su potencial educativo y crítico. Con ese objetivo firmamos este comunicado. 

Atentamente

COMITÉ DE ACTORES CULTURALES

Firmas de responsabilidad:    

Anamaria Garzón
Paola De la Vega
Manuel Kingman
Fernando Falconí (Falco)
Jose Luis Macas
Jaime Sánchez Santillán


A propósito del 12 de Octubre del 2019

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Por José Luis Macas

Antecedentes

Este texto busca reflexionar y abrir preguntas a partir de dos imágenes generadas el 12 de Octubre del 2019 durante el Paro Nacional. Me gustaría abrir la reflexión desde lo complejo y diverso del momento y la condición ch´ixi propuesta por Silvia Rivera Cusicanqui como un espectro de comprensión aglutinante para enfocar mejor la narrativa de dichas imágenes: “El colonialismo no reproduce heterogeneidad informe y caleidoscópica de las diferencias: estructura jerarquías, crea instituciones de normalización-totalización e incuba formas de pedagogía que se implantan en los cuerpos y en el sentido común cotidiano con fuerza represiva, estas formas internalizadas de lo colonial nos explican por qué el mestizaje –en Bolivia o en México- no produce ciudadanías de la diferencia ni esferas públicas democráticas”. De alguna manera éstas imágenes buscan pensar más allá de la hibridación abstracta de lo mestizo, de la rigidez del purismo y plantearse prácticas caleidoscópicas, informes pero situadas en su espacio-tiempo geodésico-geográfico, en sus memorias compartidas y devenir histórico, marcando el sentido para abordar el rol de ciertas imágenes-símbolos durante la huelga nacional liderada por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) los primeros trece días del mes de Octubre del 2019.

Esta movilización fue una reacción a medidas económicas referentes a la suspensión de los subsidios al combustible; la punta del iceberg de varios antecedentes de corrupción en los últimos gobiernos y concesión de ecosistemas frágiles a la minería o extracción petrolera. Ante las movilizaciones y el descontento popular, el gobierno hizo uso de la fuerza y represión violenta de la policía y el ejército; tratando a las organizaciones indígenas, quienes cuentan con una organización de larga data, como salvajes y gente que no sabe lo que verdaderamente necesitan sus contextos y territorios; y violentando en general a todos los manifestantes. ¿Acaso no es esto una clara evidencia del colonialismo basado en categorías de raza y clase que sigue vigente en nuestras sociedades?

1) ¿Qué mismo celebramos?

Acto simbólico marcha de la mujeres 12 de Octubre 2019 Quito, por la no violencia por parte del Estado.

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Es la tarde del 12 de octubre, día de la hispanidad que se resignifica como día de la resistencia por los pueblos originarios de América. La imagen muestra el cruce de la avenida 12 de Octubre y Madrid al centro norte de Quito, donde se desarrolla un acto simbólico de intervención sobre la estatua de la Reina Isabel de Castilla. Es el punto final de la marcha convocada por varios colectivos de mujeres, para visibilizar el carácter social de las protestas y mostrar un descontento generalizado con relación a la manera de gobernar y cuestionar hacia dónde se dirige toda esa visión de sociedad. Dos epistemes en un escenario antagónico, cuyas disputas históricas se reflejan en este hecho y contexto.

La marcha fue multitudinaria y el gesto elocuente, muestra una crisis, ligada en buena parte al colonialismo interiorizado en los varios matices del espectro social ecuatoriano.¿Qué celebramos y qué anulamos sería una pregunta pendiente? Estos días fueron una gran pasarela de ideas extremas, donde el rol de las redes sociales fue cubrir lo que la prensa oficial no informó, pero igualmente desatar hogueras virtuales generando violencia y división de todos los ámbitos de la sociedad.

Supuestamente, nuestro sentido común como sociedad se fundamenta en los derechos humanos insertos en la actual disputa por los derechos de lo que abstractamente llamamos naturaleza. El momento que la opinión pública y los discursos estatales y corporativos desvían deliberadamente estos marcos sociales y el juicio de valor se coloca al beneficio de un sector reducido, sobre el bien y estabilidad común, es evidente que hay que replantearnos varias cosas.

2) ¿Me auto represento o sigues representándome?

Mural del edificio de la Fiscalía general de la Nación , Graffiti hecho durante las protestas.

El mural en la parte superior de la imagen titulado “Grito de la memoria” del artista Pavel Egüez, en la parte inferior un graffiti elaborado durante las protestas del 12 de Octubre con la frase “Únete Pueblo”.

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Fotografía: Colectivo Cerco Mediático

Gran contradicción plantea este caso, pues el mural, que muestra desde la estética del realismo social, una suerte de denuncia, en tanto que posición ideológica y propagandista del actual y anterior régimen de Gobierno. En principio toma una posición de defensa a los derechos humanos, en la fachada de una institución gubernamental que actualmente criminaliza el derecho a la protesta social y persigue a dirigentes indígenas y de otros sectores de la sociedad acusándolos de terrorismo. La imagen y la representación como retórica discursiva que vacía de sentido la defensa de estos derechos es problemática sobre todo cuando se ponen en evidencia estos usos de la imagen en la esfera de lo público.

El graffiti de la parte inferior en cambio devela una acción colectiva que llama a la unión. ¿Unión contra qué? Retomaría una frase de Henri David Thoreau “El mejor gobierno es el que menos gobierna”. La clase política “tradicional” y el sistema representativo como lo conocemos en la mayoría de repúblicas, lleva enquistado el sesgo colonial. En el imaginario político la figura del estado y su estructura centralista habitada por distintas mafias, desde aquellas donde gobiernan los que piensan que el territorio será su eterna hacienda y/o industria, y mandan a callar y matar a sus peones; o aquellas doctrineras y totalitarias, igual de violentas, igual de corruptas, igual de machistas.

A partir del paro me pregunto cómo pensar en la posibilidad de reinventar y re-existir desde lo micro a lo macro, desde lo individual a lo comunal a través de la solidaridad. Prácticas como la minka (trabajo comunitario voluntario, base del apoyo mutuo) revitalizan estos revitalizan estos vínculos para asegurar la estabilidad y continuidad de la vida en balance, dignidad y justicia, ¿Qué imágenes-símbolos le corresponden a esas re-invenciones?

Wawa Wasi y las movilizaciones sociales de octubre: memorias de espacios ocultos para mujeres y wawas invisibles

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Karen Solorzano Bastidas
Jaime Sánchez Santillán

Fotografías: Alejandro Ramírez Anderson

Luego de octubre nada puede ser igual, aunque existan voces que quieran criminalizar, invisibilizar y despolitizar la protesta social, que tuvo lugar en Ecuador en el mes de octubre del 2019, muchxs sabemos que lo dejado por los acontecimientos de represión y violencia que vivimos durante esas jornadas, fue el resultado de las políticas antidemocráticas que los últimos dos gobiernos han implementado, y de las recientes políticas de fuerte sesgo neoliberal aplicadas por Lenin Moreno, con su discurso de reducción del Estado y el pedido de nuevos préstamos al FMI. Estas medidas de mediana duración, han producido efectos nefastos en la vida de la mayoría de ecuatorianos, ya que han minado la capacidad de participación de los colectivos sociales; y disfrazadas de falsas promesas de progreso, han profundizado la desigualdad social ya existente.

Este panorama evidenció el pensamiento de gran parte de las elites y las clases medias urbanas, que se expresó en posturas ideológicas de derecha a través de manifestaciones racistas, clasistas y llenas de odio hacia los sectores indígenas y populares levantados en protesta. Asimismo, algunos grupos autodenominados de izquierda y muy cercanos al correato, quisieron revivir y protagonizar luchas rancias con intereses partidarios que no representaban a las necesidades de una población que buscaba alcanzar un horizonte emancipatorio.

Lo que se vivió en octubre fue una manifestación popular legítima en respuesta a las decisiones del gobierno actual. Aunque después de los eventos, se haya insistido en que fueron actos vandálicos, de grupos infiltrados, grupos violentos, y un sinfín de epítetos peyorativos, para descalificar y deslegitimar la protesta. Pese a esto quienes pudieron comprender que las políticas del gobierno iban en desmedro de los derechos económicos de la mayoría ya altamente pauperizada, se organizaron y salieron a protestar. La organización social tomó forma y fuerza bajo el amparo del derecho a la resistencia, consagrado en el Artículo 98 de la Constitución ecuatoriana que señala:

“Los individuos y los colectivos podrán ejercer el derecho a la resistencia frente a acciones u omisiones del poder público o de las personas naturales o jurídicas que vulneren o puedan vulnerar sus derechos constitucionales, y demandar el reconocimiento de nuevos derechos”.[1]

Ante las medidas económicas oficializadas por el Estado en el Decreto 883[2], varias organizaciones sociales, movimientos indígenas, estudiantes y un segmento independiente de la población se tomaron las calles en contra del terrible encarecimiento del costo de vida, que hubiera producido la eliminación del subsidio de los combustibles.

El decreto 883 que establecía dicha eliminación fue promulgado por el presidente Moreno, el 02 de octubre. Al día siguiente los transportistas convocaron a una huelga en contra de las medidas; a este llamado acudieron muchos sectores, además de los transportistas, con el mismo descontento. En el transcurso de los siguientes diez días, la inconformidad se fue incrementado, y se fueron sumando distintas organizaciones y movimientos sociales, siendo la mayoría comunidades indígenas que se movilizaron a Quito desde varios puntos del país, junto a sus familias, incluidxs niñxs. El gobierno, con un discurso mediático y tergiversado que promovía la “paz social”, y el llamado al dialogo, no participó ni propició ningún acercamiento a los sectores populares, sino todo lo contrario, utilizó toda la fuerza del Estado para reprimir con una violencia inusitada y desmedida, a miles de ciudadanos en estado de indefensión.

Los manifestantes, que habían iniciado en las calles las protestas, y llegaron de otras partes del país, tuvieron acogida humanitaria en las distintas universidades de la ciudad, que funcionaron como albergues y centros de acopio, y que tuvieron que aplicar extendidamente su ayuda ante la prolongación del conflicto social.

En este contexto, muchas personas de la sociedad civil de la ciudad, sensibilizados y concientizados de la magnitud de los eventos que estaban teniendo lugar, se movilizaron tanto para unirse a las protestas, como para organizarse de forma solidaria y colaborar con distintos recursos, para aquellos que se enfrentaban en las calles contra el violento poder estatal desplegado. Los centros de albergue y acopio se fueron transformando con el paso de los días, en lugares que cumplieron diversas y complejas actividades y funciones, tanto simbólicas como organizativas.

El testimonio aquí presentando forma parte de una posición política de resistir ante una forma de presentar la información por parte de los medios de comunicación “oficiales” y un “sentido común”, que tergiversó, distorsionó y mintió, sobre los hechos de octubre. Esta pretende ser una interpretación divergente, que da cuenta de subjetividades y experiencias politizadas que cobraron grados de sensibilidad y concientización sobre la realidad del país. Así también pretende denunciar de forma critica la violencia estatal y social que se desató desde entonces y pareciera amplificarse con el correr de los meses.

La reconstrucción de la información descrita en el presente texto, forma parte de las memorias del trabajo colectivo que realizamos un grupo de voluntarixs que colaboramos en las distintas tareas humanitarias que se llevaron a cabo dentro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE)[3], durante los once días de manifestaciones populares, con el fin de recordar, visibilizar y pensar críticamente otras formas de solidaridad, denuncia y justicia social. Esta narración pone en la superficie los hechos de violencia sistemática cometidos por parte del Estado ecuatoriano a través de la fuerza pública y otros brazos institucionales hacia la población que salió a manifestar su descontento en las calles. Sin embargo, queremos subrayar especialmente el abuso de poder ejercido sobre mujeres y niñxs de comunidades indígenas que protestaban de forma pacífica en el Parque de El Arbolito y las inmediaciones de la CCE.

En este contexto, proponemos este trabajo como un ejercicio político-pedagógico para rehacer los pedazos de una pequeña historia acerca de Wawa Wasi, espacio contingente, frágil e improvisado que se creó para dar respuesta a los actos de violencia que se fueron incrementando por parte de la fuerza pública en el marco de la movilización social. Este espacio se creó espontáneamente para funcionar como una “guardería” o espacio donde pudieran habitar niñxs y sus madres, mientras los familiares estaban en las calles. Además, en este texto pretendemos identificar hechos importantes, preguntas irresueltas, contradicciones, lugares y personas, que nos permitieran darle una forma, tiempo y sentido poco cómodo a este relato. Sin embargo, esta composición de hechos incompletos queda como fragmento todavía irresuelto y en la esfera de la resiliencia. Coincidimos en que la realidad vivida dentro de la CCE se desarrolló en una atmósfera sin tiempo, con un calendario de trabajo voluntario compuesto de noches y días, donde la carencia de comunicación con el exterior y los teléfonos sin señal de manera continua, contribuyeron con la sensación de habitar un mundo artificial, un espacio flotante, una isla sitiada.

Wawa Wasi fue instalado de manera emergente en la sala Demetrio Aguilera Malta. Este lugar de abrigo y cuidado para el cuidado de mujeres y niñxs indígenas que llegaban a Quito desde distintas provincias del país junto a sus comunidades, fue posible gracias a la iniciativa de una de las compañeras que, conociendo las condiciones de precariedad que presentaba el Ágora de la CCE, realizó junto con nosotrxs la gestión para el préstamo de la sala dentro del predio. Antes de ocupar este espacio, este grupo estaba albergado en el segundo piso del Ágora, específicamente, detrás de su escenario. Los graderíos, por su parte, fueron ocupados diariamente por cerca de 4 500 compañeros indígenas, según el aforo. En el primer piso funcionaba un punto para emergencias médicas; también se acondicionó una pequeña bodega para el acopio de medicinas y víveres. A más de la CCE, instituciones educativas como la Universidad Politécnica Salesiana, la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y la Universidad Central del Ecuador se convirtieron en albergues, comedores y centros de acopio para las comunidades en resistencia. Con el paso de los días y el aumento de la tensión social, estos lugares fueron denominados “zonas de paz”.

En ese escenario de inseguridad y de saturación de personas, la sala Demetrio Aguilera Malta fue acondicionada gracias a las constantes donaciones que llegaban a la CCE. El espacio contaba con baños para lxs niñxs, mujeres y voluntarixs; un pequeño ropero que proveía a todas las mamás de una mudada de ropa para sus hijos, y una bodega bien surtida con leche para lactantes, frutas, pan, avena preparada, útiles de limpieza, pañales, cobijas, colchones, juguetes y libros.

Cuando comenzamos este proceso, Wawa Wasi se pensó como un espacio para brindar atención de siete de la mañana a seis de la tarde, sin embargo, esta idea inicial cambió debido a las medidas implementadas por el gobierno para disuadir la protesta social (decreto de Estado de excepción, toque de queda, aumento sistemático de la violencia hacia lxs manifestantes, etc.); enseguida Wawa Wasi, conforme a la emergencia, pasó a funcionar las 24 horas del día.

Bajo estas circunstancias, tuvimos que repensar toda la dinámica del espacio, comenzando por la organización de los turnos de lxs colaboradorxs, la alimentación y la seguridad interna, pues hubo casos de personas que se identificaban como funcionarios públicos y solicitaban los nombres de lxs voluntarixs sin explicación alguna. El traslado de personas y ayuda humanitaria que inicialmente se hacía varias veces durante la jornada con cordones humanos, luego tuvo que hacerse en un pequeño transporte escolar debido al incremento de mujeres y niñxs que acudían al lugar, no solo por la familiaridad que tenían con nosotrxs, sino también porque era la forma más segura de protegerse de los gases lacrimógenos arrojados incesantemente en los alrededores de la CCE. Aun así, las medidas tomadas fueron insuficientes ya que los gases ingresaban abruptamente en la sala atentando contra la vida de lxs presentes y ocasionando, angustia e incertidumbre entre mujeres, niñxs y voluntarixs: en el primero de los traslados humanitarios tuvimos dos niños de brazos con asfixia que fueron asistidos por paramédicos quienes sacaron a los pequeños de la crisis.

Todxs estábamos conscientes de que los sitios relativamente seguros se encontraban en las universidades que funcionaban como albergues, por tal motivo siempre informábamos que este lugar no era el más apropiado, pero por su ubicación geográfica y por ser el lugar donde se encontraban los familiares, las mujeres preferían este espacio durante el día, frente a la opción de ir a otros sitios de ayuda humanitaria.

Es relevante aclarar que, para entender las lógicas de las comunidades indígenas, debemos saber que sus dinámicas culturales son distintas a las de los habitantes de las ciudades. La comunidad se moviliza en todos los espacios junto con todos sus integrantes, en función de sus lazos comunitarios y filiales, de tal manera que, para ellos, las movilizaciones en la ciudad no cambian, en las calles no cambian, en la lucha no cambian.

De esta manera podíamos ver movilizarse por las calles de la ciudad a familias enteras. Las mujeres indígenas, valientes y solidarias, estaban como parte de sus comunidades para apoyarse, escucharse, consolarse, etc. Varias veces lxs niñxs manifestaron el temor a que su padre, hermano o tío estuviesen heridos o muertos. Ante la preocupación colectiva, las compañeras nos solicitaban ayuda para comunicarse con sus familiares que se encontraban en los exteriores. Nuestros teléfonos celulares fueron de mucha ayuda en esta función las escazas veces que las señales se encontraban funcionando.

Wawa Wasi, los puntos de acopio de alimentos, medicamentos, vestimenta; así como los puntos de emergencia médica, y los comedores populares que se instalaron en el parque de El Arbolito y la labor de cientos de voluntarixs que se activaron desde la solidaridad, la indignación y la potencia de lo colectivo, hicieron frente a las políticas sociales y económicas del gobierno, así como a la represión de la fuerza pública, avalada por altos mandos del Estado. El trabajo del equipo voluntario fue incansable, como muestra solo basta imaginarse el escenario y las condiciones de higiene de la CCE y los lugares contiguos después de once días de funcionar como “vivienda improvisada” (tiempo en el que el Municipio de Quito tuvo escasa intervención, permitiendo que las condiciones de insalubridad agravaran la ya compleja situación de las personas que habitaron estos espacios). Estas, entre otras tantas tareas también quedaron en manos del emergente voluntariado.

En cuanto a Wawa Wasi, la composición del voluntariado fue heterogénea, el colectivo se fue conformando sobre la marcha, en un proceso experimental, espontáneo y “azaroso”. Fuimos un grupo de casi cincuenta personas de distintos orígenes, profesiones, habilidades e intereses que colaboramos impulsados por la realidad que se presentaba ante nosotros, empáticos con el sufrimiento de los otros, sensibilizados por la crisis social de la cual todos éramos parte y testigos; y movilizados por el deseo profundo y sincero de implicarnos en un proceso de transformación social que, a nuestro parecer, es y sigue siendo urgente y necesario. Mientras este tejido social espontaneo y emergente se configuraba, por la propia dinámica de la coyuntura política conocimos a representantes de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, CONAIE, y de la Confederación de Pueblos de la Nacionalidad Kichwa del Ecuador, ECUARUNARI, con quienes coordinamos acciones y acuerdos mínimos sobre el funcionamiento y la logística de Wawa Wasi, con el fin de llevar adelante un proceso de atención y cuidado riguroso y organizado dada la naturaleza, complejidad y responsabilidad de estas tareas.

Lxs voluntarixs de Wawa Wasi trabajamos desde tres frentes; el primer grupo se ocupaba de la coordinación general que consistía en establecer prioridades y necesidades con lxs responsables de las organizaciones sociales e Instituciones como las universidades que hospedaban a las comunidades indígenas, otras como el Ministerio de Inclusión Económica y Social, Cruz Roja, Comisión Interamericana de Derechos Humanos, personal de la misma CCE, puntos médicos, acopio, otros voluntariados, etc. Otra de las funciones de este primer grupo fue procurar el bienestar de las personas dentro del espacio de cuidado, proveer de alimentos a madres y niñxs, medicinas, ropa, seguridad y lo que sea necesario para que su estadía en Wawa Wasi sea lo más confortable posible, pese a la complejidad de la situación que se vivía al interior y exterior de la CCE. También se procuraba que los equipos de voluntarixs tuvieran lo necesario para el cumplimiento de las tareas y actividades. Un ejemplo de trabajo en equipo comprometido y responsable es el que llevaron adelante las voluntarias encargadas del registro de madres y niñxs que estaban a nuestro cuidado pues gracias al rigor de las compañeras, cada niñx que ingresaba y constaba en sus listados era entregadx exclusivamente a sus padres o familiares por lo que jamás pequeñx algunx se extravió de Wawa Wasi. Por su parte, lxs voluntarixs para la limpieza hicieron un trabajo permanente en todo el espacio, así como quienes se ocuparon de la pequeña bodega y ropero, mientras otro grupo se encargaba de salir al parque a informar sobre el servicio que estábamos prestando, a veces entre el peligro de los perdigones disparados por la fuerza pública, las bombas lacrimógenas (que ya no solo se inhalaban, sino que también sabíamos que estaban siendo impactadas en los rostros de lxs manifestantes). Este grupo rescataba a lxs niñxs y sus madres que se encontraban confundidos entre el caos de la protesta.

El segundo grupo de trabajo, se encargó de la parte pedagógica del espacio Wawa Wasi, es decir, del cuidado directo de lxs niñxs. Cada voluntarix tenía a su cargo a diez pequeñxs con quienes se realizaban actividades como juegos, cuentos, alimentación, limpieza, arrullo y sueño. Estas tareas eran parte del repertorio de cuidados que hacía más liviana, amorosa y lúdica la espera de lxs niños hasta que sus madres, padres o familiares regresen de las protestas, pensando que en general, era una situación crítica y angustiosa, por lo tanto, poder dar a los niños momentos de contención, era una prioridad.

El último de los grupos de voluntarios, se hacía cargo de los traslados humanitarios: cada vez que se conformaba un conjunto de madres y niñxs que requerían ser movilizados de manera emergente, tanto por el aforo del lugar donde estaban resguardadxs, como por las condiciones de vulnerabilidad, se los llevaba hacia la Universidad Católica, espacio de acogida con el que coordinamos estas acciones de manera permanente. En la puerta de entrada[4] de la sala Demetrio Aguilera Malta, se encontraba un grupo de voluntarixs que funcionaba de manera itinerante[5] y esperaba pacientemente que bajemos para ayudar formando una cordón humanitario para los traslados. La ruta de evacuación más rápida era la Av. 6 de Diciembre, que además era la vía más segura hacia la Pontificia Universidad Católica.

A pesar de la importancia de construir una memoria desde los actores sociales, no contamos con los testimonios de la mayoría de personas (entre madres, padres, familiares y niñxs) que transitaron por Wawa Wasi. Lo que sí sabemos es que estos actores formaban parte de las comunidades indígenas que llegaron a Quito para sumarse a la movilización nacional, y que lxs niñxs tenían entre 4 meses y 13 años de edad; de las comunidades amazónicas, solo recibimos un pequeño de 12 años[6]. Conversando con una de las pocas compañeras que pertenecían a esta comunidad y estaban en la CCE, nos narró que, a diferencia de las comunidades de la sierra, los hombres no viajaron con sus familias.

Las tensiones del conflicto, la inseguridad, la incomunicación, el agotamiento, el miedo, la incertidumbre, la desinformación continua a la que fuimos expuestos, los rituales y el fuego de la mañana; los juegos entre los jóvenes cirqueros; acurrucar a los wawas por la noche al terminar la jornada; el sonido profundo que salía de las grandes caracolas que tocaban los indígenas en la madrugada durante el enfrentamiento que parecía no tener fin, mientras las gigantescas llamas consumían la opacidad del parque; las historias de fantasmas que nos contaban los guardias de la CCE para desconectarnos por un instante del agobio mientras nos hacían sentir acompañados y protegidos en la medida de sus posibilidades; todas estas vivencias forman parte de las experiencias atravesadas y son registros del pasado que se resisten a ser borrados y suplantados por los discursos “oficiales”.

Por estas razones, así como por la cercanía con los hechos, este documento no tiene más pretensiones que ser un testimonio, como vos pública de los que han carecido de ella.[7]

Aspiramos a que en algún momento estas memorias, que van a contrapelo del discurso dominante, puedan algún día ser leídas como una “versión” de los hechos, que desnuda y denuncia otra cara de la “pacifica historia oficial”. Ya que la atroz violencia que el Estado ejerció contra comunidades enteras, fue sentida, vivida experimentada e interpretada desde adentro de estos espacios humanitarios, como brutal e impune. Quisiéramos que esta memoria sea leída, como otra hoja de ruta del pasado histórico político del Ecuador. Además, es una forma de reconocimiento, justicia y reparación -aunque bien sabemos que hay daños irreparables-, para los compañeros cuyas muertes todavía no han sido esclarecidas, para sus familias, para lxs desaparecidxs, para lxs apresadxs injustamente, para los que estuvimos ahí, acompañandonos, empatizando, sabiendo que queremos hacer de este un mundo mejor para ser habitado.

Notas:

  1. Constitución de la República del Ecuador, Registro Oficial 449, 20 de octubre de 2008. ?

  2. Entre las medidas más controversiales se encontraba la eliminación del subsidio a los combustibles, lo que habilitaba el alza de precios de la gasolina extra, ecopaís y diésel, además este incremento se vería reflejado en políticas de corto plazo que encarecerían el costo de los productos de primera necesidad en particular e indirectamente en los costos de vida en general. ?

  3. La Casa de la Cultura Ecuatoriana, fue uno de los puntos de albergue y acopio más grande de la ciudad, que acogió a comunidades indígenas de todo el país. ?

  4. La entrada de Wawa Wasi se encontraba restringida, solo podían ingresar voluntarixs enlistados por la organización general, y madres, padres o familiares con sus respectivos hijxs. ?

  5. Cabe indicar que el grupo de voluntarixs Wawa Wasi permaneció activado de manera continua y la mayoría de las personas que nos involucramos los primeros días nos quedamos hasta el final. Consideramos que la familiaridad, la empatía y el compromiso social entre los que estuvimos presentes fue la razón por la cual la organización, el diálogo entre los equipos internos y el sostenimiento de este proceso completamente inédito fue posible. ?

  6. El adolescente amazónico fue rescatado por las compañeras voluntarias en las inmediaciones de la CCE: el padre cayó herido por las fuerzas policiales y el muchacho se quedó solo y perdido, en medio de la violencia y la confusión. Buscamos al padre según los procedimientos que diseñamos, es decir, mediante las redes y coordinaciones que funcionaban en todos los puntos de voluntariado de la CCE, las organizaciones sociales y universidades articulados con DINAPEN, sin muchos resultados. Al finalizar la tarde, el pequeño solicitó bordear la CCE para buscar a su padre dado que al parecer se habían hospedado en el Ágora y reconocía el lugar. Una de las compañeras del equipo pedagógico acompañó esta tarea y, según nos contó, un silbido del pequeño tuvo resonancia y respuesta, así padre e hijo volvieron a encontrarse. Este fue uno de varios casos que tuvimos que resolver con adolescentes perdidos, en el caso de una adolescente de trece años en situación de calle, permaneció durante dos días bajo nuestro cuidado en Wawa Wasi, dado que funcionarios del MIES nos indicaron que no podían activar los protocolos y movilizar a la joven dado que el toque de queda impedía que los vehículos estatales funcionen. ?

  7. Bustos, Guillermo. “La irrupción del testimonio en América Latina: intersecciones entre historia y memoria. Presentación del dossier «Memoria, historia y testimonio en América Latina». Historia Crítica nº 40. (2010): 10-19. ?

Escuchar, una dimensión política

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Pilar Flores
Roberto Vega

“La escucha … es lo único que enlaza e intermedia
entre hombres para que ellos configuren una comunidad”

Byung-Chul Han[1]

Los momentos de fracturas sociales desvelan realidades que permanecían invisibilizadas y nos dejan preguntas emergentes: ¿Qué hacemos con esto que hemos vivido? ¿Por dónde empezamos a reflexionar, sin acusar cínicamente, sobre el tejido de situaciones que llevaron a la crisis? ¿Reconocemos su complejidad? ¿La entendemos? ¿Estamos dispuestos a reflexionar sobre nuestros contextos? ¿Queremos entenderlos y entendernos?[2] ¿Queremos [realmente] convivir [en la comunidad de la que ya somos parte]?[3]. Nos hemos quedado con estas preguntas a partir de las movilizaciones sociales en el Ecuador en octubre de 2019 en las que los pueblos y nacionalidades indígenas tuvieron un rol protagónico. El biólogo Humberto Maturana se pregunta, al referirse a los llamados “conflictos indígenas”: ¿Qué estamos haciendo de modo que nos encontramos en conflicto con estas personas?[4] Esta pregunta nos abre inmediatamente hacia la responsabilidad de un nosotros, un nosotros en el que estamos implicados.

Un nosotros como “una comunidad […] hecha de diferencias”[5] y contradicciones, en la que cada unx llega con la riqueza de su propia historia y la riqueza de la alteridad nos transforma. Byung–Chul Han anota que, sin la dimensión de alteridad no hay experiencia, ni conocimiento; “Lo que constituye la experiencia en un sentido enfático es la negatividad de lo distinto y de la transformación. Tener una experiencia con algo significa que eso <nos concierne, nos arrastra, nos oprime, o nos anima>. Su esencia es el dolor”[6]. En estas movilizaciones sociales en Ecuador quedaron al desnudo la ceguera y la indiferencia frente a realidades ajenas; el irrespeto a la alteridad, el desconocimiento de las demandas del Otro y el oportunismo de sectores que actuaron, desde la violencia, sembrando el miedo. El miedo aísla y potencia el individualismo. Paraliza y neutraliza cualquier capacidad de reflexión.

Toda discriminación, dice Maturana, se funda en una teoría que la justifica y se antepone a la experiencia del encuentro[7]. Un encuentro entre distintos exige la escucha y la mirada atenta, de sí mismo y del Otro. Un encuentro entre distintos estaría fundamentado en las cualidades que Maturana anota: la equidad, el mutuo respeto, la honestidad, la colaboración, la ética social, la autonomía reflexiva y sobre todo, el placer en la convivencia. Maturana nos pregunta ¿queremos o no queremos convivir? ¿Quisiéramos hacer un proyecto de convivencia con las cualidades anotadas anteriormente? ¿Cómo queremos hacer la convivencia?[8]

En situaciones de conflicto, ¿qué significa abrir las ventanas una a una para que entre la luz?. Donna Hicks[9] sostiene que el reconocimiento de la dignidad humana es esencial para la resolución de conflictos. Honrar la dignidad del Otro, honrar nuestra propia dignidad. El reconocimiento de la dignidad del Otro permite que surja un sentimiento de empatía y el deseo de resolver el conflicto. ¿Cuál sería la definición de dignidad? Es un estado interno de paz que reconoce el valor y la vulnerabilidad del Otro, el reconocimiento y la aceptación que el otro ser humano es vulnerable y es además digno. La dignidad es distinta del respeto. El respeto nos tenemos que ganar, la dignidad es intrínseca del ser humano.

Los elementos esenciales de la dignidad, siguiendo a Hicks, son: a) aceptar la identidad del Otro, b) salir del yo y mirar al Otro, implicarme[10] en su mundo, c) brindarle seguridad (hacerle sentir que no le haré daño), d) reconocer que sus aspiraciones son legítimas (al no reconocer lo distinto, violo su dignidad), e) comprender al Otro en sus defectos, en sus definiciones, en sus errores, f) escucharlo.

“La escucha tiene una dimensión política. Es una acción, una participación activa en la existencia de otros, y también en sus sufrimientos. Es lo único que enlaza e intermedia entre hombres para que ellos configuren una comunidad. Hoy oímos muchas cosas, pero perdemos cada vez más la capacidad de escuchar a otros y de atender a su lenguaje y a su sufrimiento” (Byung-Chul Han, 2017. Pág. 123).

Esta dimensión de la escucha requiere paciencia y un silenciamiento; al silenciarnos invitamos al Otro a hablar, estamos frente a él de otra manera: vulnerables y abiertos. De esta manera le acogemos sin reservas, afirmamos su alteridad[11]. La relación de escucha no puede ser unidireccional pues se abre, siempre, en varias direcciones, “enfrenta a un mínimo de dos personas, portadoras de sus propias peculiaridades sociales e históricas” (Rivera, 2018. Pág. 286).

La vulnerabilidad da paso a una experiencia profunda, en la que somos susceptibles de ser transformados, tocados, heridos.

“La herida es la apertura por la que entra el otro. Es también el oído que se mantiene abierto para el otro. Quien solo se instala dentro de sí mismo, quien se encierra en casa, no es capaz de escuchar. La casa protege al ego de la irrupción del otro. La herida rompe la intimidad casera y narcisista abriéndola. Pasa a ser una puerta abierta para el otro”. (Byung-Chul Han, 2017. Pág. 121)

La vulnerabilidad es un vínculo que crea comunidad, es “nuestro vínculo fundamental con los otros, lo que enlaza nuestra existencia a otras existencias […] ese vínculo que no solo nos ata, sino que constituye nuestra existencia y abre en ella la pregunta por el nosotros, por lo común.” Marina Garcés citando a Butler. (A. Pág. 402). Las comunidades se construyen alrededor de la escucha. “La escucha le devuelve a cada uno lo suyo. […] La escucha reconcilia, sana y redime” (Byung-Chul Han, 2017. Pág. 126).

No se puede hablar de la paz sin hablar de su opuesto, el conflicto. En estos enfrentamientos, como los sucedidos en las pasadas movilizaciones sociales de octubre de 2019, no permanecemos inmunes, inmutables. El reconocimiento de la dignidad del Otro inevitablemente nos hiere, nos transforma. Esta vulnerabilidad nos acoge y entrega la opción de la paz como una manera de vivir que, desde el conflicto, surge como un camino posible.

Silvia Rivera se refiere a este momento actual en las sociedades latinoamericanas, como una situación de catástrofe que desnuda realidades. Catástrofe y renovación no están separadas, más bien vienen cargadas de posibilidades. A partir de ellas podemos transformarnos. Marina Garcés se refiere a la potencialidad del mundo inacabado, cuya reversibilidad y vulnerabilidad nos exige posicionarnos y cultivar una mirada atenta y de reciprocidad en nuestras acciones. Nos unimos al grito de Garcés: “nuestro mundo es un mundo en guerra, un sistema en crisis y un planeta al borde de la destrucción. Ahí es donde hay que aprender a estar sin claudicar, ahí es donde hay que hundirse aprendiendo de nuevo a respirar” (2013, pág. 110)

Hoy estamos abordados a una búsqueda emergente de nuevas maneras de vivir juntxs. Esta interrogante está cada vez más presente en los espacios de convivencia, de conflicto, de debate. La mirada y la escucha como prácticas de atención plena abren las puertas de nuestra responsabilidad de honrar la dignidad del Otro en todos los momentos de nuestra vida diaria, como una actitud impostergable. Acciones mínimas en el día a día van sembrando micro-espacios favorables para el encuentro que, lentamente, transformarán el paisaje.

BIBLIOGRAFÍA:

VIDEOS:

Notas:

  1. Han, B. (2017). La expulsión de lo distinto. Barcelona: Herder. Pág. 123. ?

  2. Entrevista a Humberto Maturana, “En el convivir es fundamental el mutuo respeto y la honestidad”. Recuperado de:

    https://www.youtube.com/watch?v=wDmxwPCOPUI el 22 de octubre de 2019. ?

  3. Entrevista a Humberto Maturana, Fundación Hypatia, Tercera Parte Amar es dejar aparecer. Recuperado de:

    https://www.youtube.com/watch?v=DOMoARrkakM el 23 de octubre de 2019. ?

  4. Charla Magistral “Educación, ética y democracia» del Profesor Humberto Maturana. Recuperado de:

    https://www.youtube.com/watch?v=3rEwfv4kZ-U el 13 de octubre de 2019. ?

  5. Canal Encuentro. Historias debidas VIII: Silvia Rivera Cusicanqui (capítulo completo). Recuperado de:

    https://www.youtube.com/watch?v=1q6HfhZUGhc el 15 de octubre de 2019. ?

  6. Han, B. (2017). La expulsión de lo distinto. Barcelona: Herder. Pág. 12-13. ?

  7. Idem. Nota al pie 3. ?

  8. Idem. nota al pie 4 ?

  9. Entrevista en Radio Visión (Quito.Ecuador): Buenos Días, miércoles 22 de mayo de 2019, 8:00 horas, Diego Oquendo entrevista a Jorje Salles sobre la presentación del libro La dignidad y el rol esencial que tiene en la resolución de conflictos de Donna Hicks, traducido del inglés al español por Jorje Salles. ?

  10. B. Garcés M. (2013). Un mundo común. Lectulandia. Editor digital: marianico_elcorto. Recuperado de: https://kupdf.com/download/un-mundo-comun-marina-garces_58eca12fdc0d607b04da982a_pdf el 5 de julio de 2019. ?

  11. Para escuchar “tengo que afirmar al otro en su alteridad… escuchar es un prestar, un dar, un don” (Byung-Chul Han, 2017.Pág. 117-120) ?

Amarillo azul y roto: Resonancias de la década de 1990 a propósito del Paro Nacional

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Manuel Kingman
Pamela Cevallos

El Paro Nacional de octubre de 2019 fue una coyuntura que sorprendió a la opinión pública en un escenario de aparente diálogo y consenso. Presente en diversas editoriales, comentarios e imágenes, el tema ha acaparado los debates de redes sociales y medios de comunicación durante los últimos meses. Entre enero y junio de ese mismo año presentamos la exposición Amarillo azul y roto. Años 90: arte y crisis en el Ecuador en el Centro de Arte Contemporáneo de Quito, el título de la exposición ironizaba sobre la nación y los nacionalismos en una década de convulsión política y social. En medio de la crisis, nos preguntamos si revisitar esas obras -producidas entre 1987 y 2002- y ponerlas a dialogar en las salas de un museo no fue una forma de conjurar y traer al presente la inconformidad y rebeldía de los noventa.

En la exposición se articularon las posturas críticas de artistas y colectivos frente a la corrupción, el neoliberalismo, la crisis bancaria y la dolarización para reflexionar a través de obras, textos y documentos sobre la década de 1990. A fines del 2019, otra crisis, distinta pero con causas similares, se hizo palpable. Del mismo modo, hubo un estallido social, que se enfrentó a las políticas gubernamentales y paró las recetas de ajuste del Fondo Monetario Internacional (FMI) que consistían en la eliminación de subsidios a los combustibles, a través del decreto 883.

Entre los múltiples sucesos de la década del noventa y la época actual hay diferencias y similitudes, entre las similitudes está el rol fundamental del movimiento indígena y su repercusión en la opinión pública. Para la exposición recopilamos una serie de archivos de prensa (periódicos y revistas) que evidencian cómo el Levantamiento Indígena de 1990 constituyó un giro en el modo de entender al Ecuador y en comprender a los distintos actores sociales que lo constituyen. Cristobal Tapuy y Luis Macas (dirigentes de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador CONAIE) fueron entrevistadas el 28 de junio 1990[1], en las preguntas se advierten preocupaciones parecidas a las que actualmente (30 años después) tienen una parte del sector blanco mestizo, hay inquietudes relacionadas con la amenaza al orden democrático e instituido, a la unidad del Estado ecuatoriano y sospechas sobre la manipulación al movimiento indígena por sectores de izquierda. Estas preguntas son respondidas de manera tajante e inteligente por los líderes históricos de la CONAIE, quienes defienden el éxito de la movilización y muestran el largo proceso organizativo que llevó a concretar el levantamiento indígena que paralizó el país y plantó las bases para el reconocimiento de territorios ancestrales, la educación intercultural bilingüe y la plurinacionalidad.

En 1990, la necesidad de reflexionar sobre el Levantamiento Indígena fue inmediata, intelectuales indígenas y mestizos se propusieron pensar en qué significaba el movimiento indígena para la idea de nación ecuatoriana. Un ejemplo de este esfuerzo por generar reflexiones sobre el tema está en el libro Indios. Una reflexión sobre el levantamiento indígena de 1990 editado por el Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales en 1991.[2]

En la curaduría de Amarillo, Azul y Roto… fuimos conscientes de que la resistencia y la rebeldía por parte del movimiento indígena frente al orden instituido y las demandas por reconocimiento de los territorios ancestrales y educación intercultural, eran claves para pensar en la relación del arte de la década con la crisis. Con eso no queremos decir que las propuestas artísticas trataron sobre el movimiento indígena o sobre el tema indígena, más bien lo que pretendemos argumentar es que luego de esta movilización multitudinaria no fue posible una representación ventrílocua “indigenista” por parte del arte enunciado como político, sensible a las problemáticas del contexto.

Queremos destacar las obras de Alberto Muenala, Wilson Toaquiza y Amaru Cholango, tres artistas indígenas que participaron en la exposición, para reflexionar sobre la vigencia de sus propuestas en el marco de la coyuntura de octubre de 2019.

El cineasta kichwa Alberto Muenala es uno de los precursores del cine indígena en el Ecuador. Dentro de su trayectoria como cineasta es significativo su documental: Por la vida, por la tierra, levantémonos, realizado en conjunto con la OPIP (Organización de Pueblos Indígenas del Pastaza). En esta película se documenta la marcha de 8000 indígenas desde las más apartadas comunidades amazónicas hasta su llegada a Quito el 23 de abril de 1992.[3] La cámara capta la caminata de 500 km desde Pastaza hasta Quito. Las imágenes de la organización colectiva y la autodeterminación del pueblo kicwha, achuar y shiwiar son intercaladas con los discursos pronunciados por los dirigentes frente a Rodrigo Borja, presidente de la República del Ecuador (1988-1992). Los líderes reclaman por la legalización de sus tierras ancestrales y denuncian la contaminación y despojo por parte de las petroleras. La voz de una mujer indígena proclama: “por la vida, por la tierra y por el agua llegamos aquí marchando”.

El documental que ganó un premio en el cuarto festival de Cine de los Pueblos Indígenas en Cuzco-Perú, constituye un registro que evidencia la importancia de la lucha del movimiento indígena en la década del 90 y sus logros en temas de educación, salud intercultural y legalización de tierras ancestrales. El discurso de Luis Macas, Presidente de la CONAIE en ese momento, está también en el documental. Su voz reclama que “Mientras no estén legalizados los territorios somos como visitantes en una tierra en la que hace miles de años nacimos y crecimos.”

Alberto Muenala

Imagen de documental Por la Vida por la tierra levantémonos de Alberto Muenala

Fuente: Wambra.ec. Crédito: Ivan Castaneira

Fuente: Wambra.ec. Crédito: Ivan Castaneira

Las imágenes filmadas por Alberto Muenala muestran a la marcha como un acontecimiento colectivo. Caminan las comunidades, las familias y los individuos, caminan las liderezas y los líderes, los hombres y las mujeres, las niñas y los niños. A su paso por pueblos y ciudades, el paso de los caminantes es un acontecimiento, hay interés por la cultura, las ideas y las reinvindicaciones que la marcha transporta desde Pastaza. Por lo tanto, no son recibidos con indiferencia, aplausos, abrazos, comida caliente preparada en ollas comunitarias, música y bailes compartidos. En las imágenes de la prensa nacional sobre el Paro Nacional también se aprecia la fuerza de la marcha indígena, su presencia masiva en todo el país, miles de personas en las vías desplazandose hacia los sitios del poder político. Sin embargo, son necesarias otras imágenes, las imágenes producidas por los propios manifestantes y por los medios alternativos para evidenciar esas otras dimensiones relacionadas con la solidaridad y la empatía, que fueron documentadas por Muenala en la marcha de 1992.

El artista Wilson Toaquiza pertenece a la comunidad indígena de Tigua, localizada en la provincia de Cotopaxi, donde varias familias de artistas de apellido Toaquiza, Ugsha, Cuyo, entre otras, pintan representaciones de la vida comunitaria, tanto de los ciclos agrícolas, las fiestas y sus personajes, como de las relaciones de parentesco. Por otra parte, trabajan otras series que, aunque no son abundantes, son importantes por tratarse de imágenes de auto representación de la participación indígena en los procesos políticos. Son pinturas que representan al levantamiento indígena de principios de la década de 1990 y, en general, toda la producción relacionada con la presencia del movimiento indígena en la vida política del país (Muratorio, 2001).

La pintura Toma del Congreso (2001) de Wilson Toaquiza corresponde a esta segunda línea de representaciones. En la imagen, el artista pintó a los distintos actores presentes en el levantamiento indígena del 2001, que llevó a la caída de Jamil Mahuad. En primer plano, indígenas de la sierra y amazónicos protestan, acompañados por músicos que tocan pingullo y tambor. El edificio del Congreso Nacional está cercado por alambradas y policías, sin embargo, en el cielo y a la misma altura de la bandera del Ecuador se advierte el vuelo de cóndores y al fondo, como testigo del levantamiento indígena, se visualiza al volcán Cotopaxi.

Wilson Toaquiza

Wilson Toaquiza – Toma del Congreso

Fuente: AFP. Crédito: Martín Bernetti

Fuente: AFP. Crédito: Martín Bernetti

En la imagen producida por Wilson Toaquiza se aprecian militares impidiendo el paso al Congreso Nacional del Ecuador. De manera similar en la imagen del 2019 se puede apreciar la llegada de los manifestantes a la Asamblea Nacional[4]. Aunque en las dos imágenes el movimiento indígena está protestando frente al mismo espacio de poder hay diferencias en los hechos que representan estas imágenes. En el 2001, los indígenas fueron apoyados por los militares y lograron entrar al Congreso para nombrar un triunvirato. En el 2019 también lograron entrar pero se encontraron con una Asamblea vacía, sin asambleístas pues no sesionaron durante toda la crisis. El 11 de octubre marchas indígenas que estaban encabezadas por mujeres y niños se encontraron con una emboscada ya que, luego de que los policias y militares les permitieron acercarse a las inmediaciones de la Asamblea, lanzaron gas lacrimógeno denotando una represión impresionante. El papel que cumplieron las fuerzas públicas durante los noventa y el papel que cumplieron en la coyuntura del 2019 fue muy distinto. Durante los noventa militares y policias se replegaron frente a la presencia masiva de manifestantes mientras que en el paro nacional del 2019 se vivió una represión sin precedentes en la historia reciente del país.

En marzo de 1998, Amaru Cholango instaló en la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE) la propuesta Enfermedad Cultural, que consistió en una crítica a la institucionalidad cultural. Su acción convocó a estudiantes de arte a ocupar el edi?cio de la Casa de la Cultura acostados en desvencijadas camas de hospitales. Las personas desnudas, un caballo con dos televisiones en su lomo y un mani?esto cuestionando a la política cultural de la CCE eran algunos de los elementos de la intervención.

En el marco de Amarillo, azul y roto…, Cholango propuso realizar una intervención de sitio específico denominada Enfermedad Cultural II que consistió en un cubo conformado por una estructura de hierro, cubierta con periódicos quemados. Según el artista, la obra es una representación metafórica del Estado como un monolito de presencia monumental en el espacio, pero que sin embargo es susceptible de corroerse y desmaterializarse. Además, esta instalación pretende actualizar la crítica institucional a partir de una referencia a los medios de comunicación y su papel en la con?guración de subjetividades. En la inauguración de la muestra, el artista realizó una acción que consistió en ingresar a este cubo y recostarse desnudo dentro de una estructura cubierta de alambre de púas. El público fue invitado a observar a través de los agujeros de las páginas de los periódicos quemados. El artista enmarca esta intervención dentro de su re?exión sobre la epistemología andina, como una postura vital y necesaria para pensar y actuar frente a la complejidad de los tiempos actuales y el capitalismo.

La propuesta de Amaru Cholango, realizada en el 2019 para el Centro de Arte Contemporáneo, representa una crítica anticipada al papel que la prensa cumplió en octubre del mismo año. Periódicos, medios televisivos y también un sector de la radio difusión presentaron los hechos de manera sesgada, enfatizando en ciertos hechos y opacando la importancia de otros sucesos. El vandalismo, la destrucción del Centro Histórico y la alteración del orden constituido fueron temas reiterados durante la coyuntura. Durante el “cerco mediático” se habló poco de la represión policial, se cubrió de manera limitada las muertes provocadas por el paro y se recalcó sobre el hecho de que la movilización social correspondía solamente a la población indígena, aduciendo a que era un 7% sin representatividad y dejando de lado el apoyo de los sectores populares y de clase media al movimiento indígena. Ciertamente el papel de la prensa no justifica la violencia hacia periodistas y medios televisivos, pero esta violencia, suscitada en una coyuntura caótica, tampoco exime de responsabilidad a la prensa.

Enfermedad Cultural II Performance e instalación de Amaru Cholango

Las propuestas de Alberto Muenala,(1992) Wilson Toaquiza (2001) y Amaru Cholango (enero de 2019) fueron producidas en otros momentos históricos, sin embargo, las posturas críticas enunciadas en esas obras siguen siendo válidas para el presente. Racismo, intolerancia y corrupción son problemas del pasado y del presente del Ecuador, pequeño país en el que la historia se repite como tragedia, farsa y comedia, tragedia de la farsa y viceversa. Por otra parte, en este pequeño país, también han habido resistencias, presentes en los noventa y en el Paro Nacional de octubre del 2019. Resistencias frente a las imposiciones del neoliberalismo y al cuestionamiento al orden establecido, que a pesar de lo que digan los medios oficiales son necesarias en la coyuntura actual.

Referencias:

Cevallos y Kingman (2019) Amarillo, azul y roto. Arte y crisis en los años 90 en Ecuador. En Index Revista de arte contemporáneo Vol. 0 Núm. 08 (2019): Arte y activismos en América Latina, pp. 213 – 218.

León, C. (2015) Poéticas Y Políticas del Video Indígena en El Ecuador. Informe de Investigación. Quito: Universidad Andina Simón Bolivar.

Macas, L. (1990) El levantamiento indígena visto por sus protagonistas. En: Indios: Una reflexión sobre el levantamiento de 1990. Quito, Ildis, 1991. Pp. 17 -36.

Muratorio, B. (2000) Etnografía e historia visual de una etnicidad emergente:

El caso de las pinturas de Tigua En Fernando Carrión (ed) Desarrollo cultural y gestión en centros históricos Quito: Flacso Ecuador, pp. 47-74.

Perez Arteta, I. (1991) El levantamiento indígena visto por los hacendados. En: Indios: Una reflexión sobre el levantamiento de 1990. Quito, Ildis, 1991. pp. 37- 59.

Reece, A. (1990) Cristobal Tapuy y Luis Macas: Somos cuatro millones y medio… Revista 15 Días, Numero 10, 14 de junio de 1990, pp. 10-12.

Notas:

    1. La entrevista fue realizada por Alfonso Reece y se publicó en la Revista 15 Días, Numero 10, 14 de junio de 1990, pp. 10-12. ?
    1. Entre los artículos se destacan Luis Macas, Ileana Almeida e incluso se incluye el punto de vista de los hacendados con un artículo de Ignacio Pérez Arteta. ?
    1. En el texto Poéticas Y Políticas del Video Indígena en El Ecuador Christian León, se realiza un recuento del trabajo de Alberto Muenala y de Amaru Cholango (2015). ?
  1. El Congreso Nacional del Ecuador, estuvo en funciones hasta el 2007, luego del proceso de la Asamblea Constituyente convocada por Rafael Correa, fue cambiado de nombre a Asamblea Nacional del Ecuador en el 2009. ?

Cocina y resistencia

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Texto y fotografías: Santiago Rosero

“Del mismo modo que el amor no es un intercambio de fluidos, los alimentos no se pueden reducir a su aporte energético y hacernos olvidar sus dimensiones simbólicas, culturales, sociales e incluso sagradas.”

Daniel Innerarity
Un filósofo en la cocina

Sócrates decretó que no era problema de los filósofos preocuparse por los asuntos del comer y del beber. Para él, la alimentación era algo meramente instrumental, un hecho biológico sin más. Nietsche o Feuerbach, por el contrario, atinaron al pensar que en el fenómeno de la comida se juega todo el dilema de lo humano, y fue a partir de la segunda mitad del siglo pasado cuando, además de la filosofía, la antropología, los estudios culturales, la teoría feminista y la economía comprendieron que alrededor de la comida se tejía un complejo entramado de actividades sociales y culturales, de ritos, convenciones y necesidades biológicas, de tensiones éticas y políticas y de fenómenos locales y globales.

Pero no solo los pensadores ayudaron a darles esa dimensión a los cotidianos actos de cocinar y alimentarse, sino que los propios artífices de esos actos, los hacedores y los consumidores, aportaron en la comprensión de que en toda comida hay una puesta en escena de nuestra forma de entender la sociedad, y de que así como puede ser tan solo el acto instrumental que defendía Platón, la comida también puede ser objeto de disputas o instrumento para la convivencia, histórica razón para la trifulca o espontáneo combustible para la resistencia.

Esta comprensión de la comida como amplio universo de significados, explicada de manera más extensa por el filósofo español Daniel Innerarity en su ensayo Un filósofo en la cocina, es la que se puso en práctica en Quito durante las protestas de octubre de 2019.

Entre los varios ajustes económicos que el presidente Lenín Moreno anunció el 1 de octubre, el que más descontento generó fue el de la emisión del decreto 883 para eliminar los subsidios a la gasolina extra y el diesel, los carburantes más consumidos en el país. Los gremios de transportistas pidieron la derogatoria de ese decreto y convocaron a un paro nacional para el 3 de octubre. Luego se sumaron sindicatos de trabajadores y la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), y solo entonces el paro cobró otra magnitud y recibió el apoyo de gran parte de la población.

Los siguientes días transcurrieron entre refriegas de distintas intensidades y el aviso de que miles de indígenas de diversas zonas del país se movilizarían hasta Quito para protagonizar las protestas. La tarde del domingo 6 de octubre circuló en redes sociales un anuncio en el que se señalaban varios puntos de acopio de alimentos para atender a los manifestantes que llegarían. El lunes 7 por la mañana me contacté con uno de esos lugares para saber si podía colaborar con la preparación de los alimentos que iban a recibir. Me dijeron que la CONAIE iba a instalar una cocina comunitaria en El Arbolito, un parque en el centro-norte de la ciudad que históricamente ha sido el epicentro de protestas y el lugar adonde arriban las comitivas indígenas. Con el acuerdo de un representante de la CONAIE, hice una convocatoria a través de mi página de Facebook para que más gente viniera a colaborar. La respuesta fue gratamente entusiasta.

Para cuando llegué, hacia la media tarde, la cocina constaba apenas de una mesa de trabajo improvisada sobre una pila de palets, un techo de plástico templado entre dos árboles delgados, dos estufas de tres quemadores y unas pocas ollas. Pero a partir de ese momento, todo lo que ocurrió alrededor se dio con una energía inusitada que permitió que las cosas se fueran poniendo en su lugar como hacía falta. Decenas de personas de los sectores populares y la clase media empezaron a llegar para donar víveres y ofrecer su ayuda. La comida se receptaba al interior del Pabellón de las Artes, un salón que había sido construido en 2016 para el evento Habitat III, y fue acomodándose en cuarto amplio en la parte trasera, donde un par de personas se dispusieron a clasificarla.

Éramos alrededor de 15 voluntarios en ese momento, y algunos trajimos nuestros propios utensilios de cocina. En dos ollas grandes, pronto pusimos a cocinar arroz y una menestra de lenteja con pedazos de plátano verde, y como no había contenedores para realizar preparaciones, improvisamos cortando por la mitad los botellones de agua vacíos que empezaban a acumularse. Nos apremiaba la anunciada llegada de al menos cuatro mil indígenas desde el norte y sur del país, que se instalarían en El Arbolito y en el Ágora de la Casa de la Cultura. Al arroz con menestra sumamos papas con encebollado de atún, y mote con estofado de salchicha. En esa cocina espontánea ya estaba instalado un motor humanitario. Las preparaciones sencillas que lográbamos eran la concreción de un cúmulo de voluntades libres de cualquier dictamen.

Yo no dejaba de recibir mensajes de Whatsapp y de Messenger de conocidos y desconocidos que preguntaban qué necesidades específicas teníamos o cuál era la mejor forma de colaborar. Con las cosas todavía poco claras, solo atiné a decir que cualquier producto serviría y que seguramente el apoyo siempre iba a ser necesario. Pero también empecé a recibir mensajes, en este caso solo de conocidos, que por haber hecho una convocatoria pública a participar en esa cocina comunitaria me acusaban de estar haciéndole el juego al correísmo, porque el correísmo, según ellos, estaba detrás no solo de las protestas sino de esa organización a todas luces voluntaria y que ya para entonces se anticipaba imparable. Por supuesto, quienes me enviaban esos mensajes lo hacían desde sus zonas de confort.

A eso de las 20h00 llegaron los primeros cientos de indígenas. Habían salido de sus comunidades en la mañana, en buses, en camiones, muchos haciendo largos tramos a pie. Lo primero que hicieron al llegar fue lo evidente, buscar comida caliente para aplacar el agotamiento. Lo mínimo que podíamos hacer era ofrecérsela.

El servicio tuvo tanto de caos como de regocijo, y hacia la media noche, miles de platos fueron servidos gracias al despliegue de una serie de conexiones y solidaridades que crearon comunión. “La comida es un hecho social total”, apuntó el antropólogo francés Marcel Mauss, y ya en esa primera jornada, esa dimensión se hizo evidente en tanto los alimentos proporcionados no solo suplieron las urgencias fisiológicas, sino que se constituyeron en un símbolo de unión y resistencia.

Al día siguiente, todo en el parque cobró una envergadura aún mayor. Aumentaron las donaciones, se montaron otras dos cocinas y, en general, la dinámica completa entró en un ritmo de frenética eficiencia. Para nosotros los cocineros, la consigna era, de cierta forma, sencilla: preparar unos dos mil platos entre desayunos, almuerzos y cenas.

Así pasaban las horas en esa suerte de frente de batalla con campamento humanitario. En la esquina del parque que mira hacia la Asamblea Nacional se daban algunos de los combates más feroces entre manifestantes y el piquete de policías que resguardaban el edificio público. La tarde era soleada y en la contraluz se veía nítida la carga de gas lacrimógeno que se acercaba al centro del parque. De pronto, dos bombas cayeron frente a las cocinas y el caos se hizo próximo. Voces por ahí decían que los militares iban a entrar con toda la fuerza, y alguien vino con la cara seria a recomendarnos que levantáramos a tiempo la cocina. Y así fue, entraron los militares y, en minutos, todo lo que se había construido tuvo que desbaratarse. Más aún, se supo que el gobierno había decretado el toque de queda a partir de las 20h00.

Pero también gracias a la diligencia que operaba en esas horas, esa misma noche una parte del campamento pudo reinstalarse a unas cuadras de ahí, en la Universidad Salesiana, y allá fue la cocina en la que yo participaba. A partir de entonces y durante los siguientes tres días, todo podría verse enmarcado en una dinámica aún más eficiente y abundante en donaciones y trabajo voluntario. En un perímetro de pocas cuadras, muy cerca del parque El Arbolito, quedan las universidades Salesiana, Politécnica, Católica y Andina. Las cuatro, más la Universidad Central, que queda en un sector un tanto más alejado, se convirtieron en centros de paz y acogida humanitaria. En todos se montaron cocinas, espacios de atención médica y albergues con lo necesario para dormir. Los grupos de indígenas se dividieron en ellos por sus regiones de procedencia y a ellos volvían cada noche luego de permanecer en las calles sosteniendo las protestas.

En adelante, al tiempo que en los centros de acogida se mantenían con entereza todos los servicios, en las calles aumentaba el nivel de las refriegas y algunos actos vandálicos empeñaban las protestas. La mañana del sábado 12 el edificio de la Contraloría del Estado, la institución que controla el uso de fondos públicos, fue incendiado por un grupo de encapuchados a los que el Gobierno identificó como miembros de la pandilla Lating Kings que supuestamente respondían a directrices del ex presidente Rafael Correa. El ataque a ese edificio se habría dado porque ahí reposaban documentos que lo vincularían a él y a miembros de su ex gabinete con casos de corrupción, pero en medio del desbarajuste ninguna prueba respaldaba las acusaciones.

A esas horas, las imágenes aéreas que mostraban una ciudad en llamas generaban una mezcla inmanejable de tristeza y desconcierto. Más tarde cayó la noticia de que el gobierno decretaba el toque de queda a partir de las 15h00 y todo entró en un torbellino aún más intenso. Pronto supimos que un canal de televisión y un periódico habían sido atacados por grupos de vándalos, y que en barrios acomodados había enfrentamientos entre supuestos saqueadores y vecinos que se defendían. Pero a las 20h30 se vivió un momento de intenso júbilo cuando la ciudad se juntó en un cacerolazo que duró 45 minutos. Miles de personas encontramos en ese repique de ollas vacías una forma de decir que estábamos unidos.

El domingo 13 la expectativa reposaba en el diálogo que debían mantener el gobierno y representantes indígenas, con la mediación de la ONU, para tratar de solucionar el conflicto. Tras una larga espera y una charla patética de parte del gobierno y no muy lúcida de parte de los líderes indígenas, ya entrada la noche Lenín Moreno anunció que retiraba el decreto 883 y que en su lugar anunciaría uno nuevo que recogiera un acuerdo entre las partes.

El campo de batalla que habían sido El Arbolito y sus alrededores ahora era el corazón de un festejo desbordado. Luego de once días acababa el capítulo más violento y turbio de la reciente historia política del Ecuador.

Al día siguiente, desde muy temprano, cientos de voluntarios se juntaron para despejar el parque de todos los destrozos causados esos días. Para cuando yo llegué a intentar ayudar, a eso de las 10h00, ya todo estaba limpio y ordenado. El sentimiento era reconfortante y esperanzador, y creció aún más cuando vi que una cocina comunitaria seguía en pie para brindar comida a los voluntarios de la limpieza y a los cientos de indígenas que aún no se marchaban a sus comunidades. Me sumé para ayudar en el servicio del almuerzo y en un par de horas, bajo el inclemente sol de Quito, servimos cerca de mil platos de buena comida.

Lo que se vivió en El Arbolito y en los centros de paz me permitió recobrar la esperanza en la posibilidad de construir un sentido de comunidad en una ciudad que tiendo a juzgar de individualista y mezquina. En sintonía con lo que explica el filósofo George Didi-Huberman, lo que dejaron esos días de sublevación no son imágenes de acciones que buscaban acaparar un cierto poder, sino las de una gesta en la que se puso de manifiesto una clara potencia.

Pensar el Paro Nacional

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Aportes:

01) El Paro Nacional en la mirada de Pocho Álvarez
02) Evict the road: Intervención en el espacio público. Por Darío Caiza
03) Cómic: Experiencia Paro 2019. Por Diego Carvajal
04) La Movilización Indígena y Popular de octubre en el Ecuador: Una reflexión desde adentro. Por Cristina Cucurí M.
05) Espacios culturales autogestionados: saberes activos por una vida digna. Por Paola De la Vega V.
06) Día del Escudo: Recopilación Documental. Por Falco 
07) Escuchar, una dimensión política. Por Pilar Flores y Roberto Vega
08) Amarillo azul y roto: Resonancias de la década de 1990 a propósito del Paro Nacional. Por Manuel Kingman G. y Pamela Cevallos
09) A propósito del 12 de Octubre del 2019. Por José Luis Macas
10) Cocina y Resistencia. Por Santiago Rosero
11) Wawa Wasi y las movilizaciones sociales de octubre: memorias de espacios ocultos para mujeres y wawas invisibles. Por Karen Solorzano Bastidas y Jaime Sánchez Santillán

 

Introducción: Desde el arte y el cuerpo, pensar el Paro Nacional

La presente edición parte de la necesidad de juntar y poner en diálogo reflexiones motivadas por el Paro Nacional de octubre del 2019 que provienen de las múltiples y concretas experiencias suscitadas a partir de ese momento histórico; se trata de experiencias de participación colectiva que fueron captadas de manera sensible, procesadas y pensadas en medio de los acontecimientos que marcaron la vida del país en esos días. La vista, el oído, el tacto, las emociones corporales fueron los medios para relacionarnos con una coyuntura compleja. A través de la disponibilidad para “poner el cuerpo” en la protesta se expresaron posturas de rebeldía e indignación, y también acciones relacionadas con el cuidado, la empatía, la generosidad y la solidaridad.

¿Qué significó el paro para el movimiento indígena? ¿Qué significa el paro para el mundo mestizo? ¿Qué significa el paro para la sociedad ecuatoriana? Evitaré responder a la primera pregunta, puesto que pienso que es una interrogante relacionada con los procesos internos del movimiento indígena, con su reflexión y capacidad analítica, así como con los alcances y límites de su accionar político. La evaluación de lo sucedido debe partir de un pensamiento de las bases, los líderes y los intelectuales indígenas, por lo tanto, evitaré responder esa pregunta, tomando distancia de un ejercicio de ventriloquia como los que se dieron de manera marcada en el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, y que aún tienen sus resonancias.

La segunda pregunta, relacionada con pensar qué significó el Paro Nacional para el “mundo mestizo”, nos remite a una cuestión amplia y compleja, pero necesaria. Cuando hablamos de sectores medios, en términos generales, tocamos un universo demasiado amplio, difícil de caracterizar, en donde entraron en juego diversas posiciones. Es mejor, en este caso, partir de los hechos más cercanos, los que pudimos palpar quienes formamos parte de ellos. Esta cuestión también implica la relación que nosotros como mestizos de estratos sociales alto, medio o bajo, tenemos con el mundo indígena y la matriz cultural andina. Los pueblos y nacionalidades indígenas, sus costumbres y expresiones culturales son rechazadas por algunos sectores mestizos, sea por racismo o por una necesidad de “blanqueamiento”. Se trata de un repudio hacia lo indígena construido desde el estereotipo de lo bárbaro, lo ignorante y lo atrasado que ha tomado fuerza a propósito de crisis como las de octubre. Otros sectores tratamos de comprender, dialogar e integrar a los elementos culturales indígenas, entendiendo que esas expresiones culturales y sociales también son parte -de una manera compleja- de nuestras raíces como mestizos. No se trata de una relación folklorizada con el mundo indígena sino de una búsqueda de sentidos, que también nos compete como andinos.

A partir del paro se han presentado diversas posiciones: unas que rechazan a la movilización y la ven como un atentado al orden instituido y otras que ven al Paro Nacional liderado por la CONAIE, como una movilización necesaria para cuestionar las políticas gubernamentales y a la propia modernidad como un proyecto colonial. Hay que decir que al hablar de lo “mestizo” -término controvertido y creado por los estados nacionales con el fin de homogeneizar a una población diversa y heterogénea- nos encontramos con un amplio conglomerado de personas, actitudes y posturas, pero también con un extenso espectro social en el que se presentan desigualdades de clase y racializaciones, diferencias culturales, regionales, etarias y de género. Obviamente, no para todas las personas mestizas el Paro Nacional significa lo mismo: para una parte de la sociedad, el paro es algo provocado por esos indígenas que “no les representan”, mientras otros sintieron que el paro ponía en juego sus propios intereses y necesidades como sectores populares y medios.

La pregunta sobre el sentido del paro para el mundo mestizo me lleva a la tercera pregunta: ¿Qué significa el Paro Nacional para la sociedad ecuatoriana? El movimiento indígena propuso a partir del levantamiento de 1990 unas relaciones fundamentadas en la interculturalidad. Su propuesta buscaba ir más allá del simple reconocimiento de culturas, para suscitar espacios y prácticas concretas de diálogo y escucha. Treinta años después de esa propuesta. ¿Qué ha sucedido con la sociedad ecuatoriana? ¿Se ha logrado ir más allá del reconocimiento y se ha llegado a una comprensión intercultural entre las diversidades que la componen? Si se mira lo sucedido en el Paro Nacional se puede argumentar de manera positiva y también de forma negativa.

El racismo expresado con virulencia en las redes sociales muestra una sociedad desigual, segmentada y que no es capaz de dialogar con el otro de manera horizontal. Se podría pensar que esos odios intensos, adornados con estereotipos, descalificativos y malas palabras representan a todo el Ecuador; afortunadamente, no ocurre así en su totalidad. En contraste con lo anterior, la solidaridad y la empatía también pudieron apreciarse en el Paro Nacional. La necesidad de apoyar al movimiento indígena desde el cuidado da cuenta de que la sociedad ecuatoriana también tiene la capacidad de sensibilizarse y tener generosidad hacia el otro.

Es complejo tratar de responder las preguntas que nos hemos planteado como artistas, docentes y gestores culturales y que me planteé en este texto. ¿Cómo pensar en la idea de una sociedad ecuatoriana como una unicidad orgánica, cuando se trata de una población fragmentada, cuando es una sociedad a la que se le dificulta crear un proyecto colectivo y unos acuerdos mínimos?

Si es complejo pensar en la sociedad ecuatoriana, también es complejo hablar y pensar a partir del Paro Nacional, hay demasiados actores involucrados y demasiados intereses en juego. No podría justificar todas las acciones y declaraciones de los dirigentes indígenas; pienso que también hay que tener el pensamiento crítico necesario para distanciarse de ciertas prácticas y discursos. Así mismo, no puedo desconocer el cariz violento que en ciertos momentos tomaron las manifestaciones. Por sobre todo me distancio del oportunismo correista, que luego de diez años de persecusión a los movimientos sociales trató de colocarse el pañuelo de lo revolucionario para pescar a río revuelto. Sin embargo, considero que todos esos elementos no quitan el valor histórico al Paro Nacional y la importancia que tiene no solo para el mundo indígena sino para la sociedad ecuatoriana en su fragmentado y complejo conjunto.

En los últimos meses ha habido una campaña sistemática de desprestigio al movimiento indígena y hacia el “salvajismo de las protestas”. Titulares y editoriales de periódicos, periodistas radiales, noticieros y entrevistadores han hecho coro al discurso del gobierno: el vandalismo y violencia de las protestas, la destrucción del Centro Histórico de Quito, y las pérdidas millonarias suscitadas por esos sectores que no dejaron al país trabajar. Poco se dice en esos medios de la represión policial y de los once fallecidos; tampoco se habla del derecho a la resistencia.

En esta edición se compilan las fotografías de Pocho Álvarez, documentalista siempre presente en los momentos claves de la lucha social. Dario Caiza realiza la intervención en el espacio público Evict the road, propuesta que consiste en colocar unos adoquines con los nombres de los fallecidos en paro en el Parque del Arbolito. También se publican las imágenes de Diego Carvajal, quien realiza una crónica dibujada desde su experiencia en el Centro de acogida de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE). Fernando Falconí (Falco) aporta con una selección documental que consiste en la recopilación virtual de imágenes de escudos de diversos materiales, utilizados para protegerse de la represión y que fue difundida el primero de noviembre, Día del Escudo Nacional. Cristina Cucuri presenta una mirada desde adentro del movimiento indígena visibilizando la situación de exclusión y falta de oportunidades que motivaron a los indígenas y sectores populares a movilizarse. José Luis Macas escribe sobre dos imágenes fotográficas hechas el 12 de octubre del 2019 para pensar en el colonialismo y en la resistencia. Manuel Kingman Goetschel y Pamela Cevallos relacionan tres propuestas artísticas de la exposición “Amarillo, Azul y Roto” -presentada en el CAC de enero a junio del 2019- con el Paro Nacional.

Esta edición también presenta algunos textos basados en experiencias concretas. Paola De la Vega Velastegui escribe sobre la política del cuidado y prácticas organizativas de los espacios culturales autogestionados durante el Paro. En un sentido similar, Santiago Rosero recoge su experiencia como cocinero a cargo de las cocinas comunales del Parque El Arbolito y de la Salesiana. Karen Solórzano Bastidas y Jaime Sánchez Santillán realizan un texto a partir de su experiencia en un espacio habilitado para el cuidado de niñas y niños -cuyos padres participaban en la protesta- en la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Pilar Flores y Roberto Vega reflexionan sobre la necesidad de la escucha a partir de lo sucedido en el Paro Nacional.

El levantamiento indígena de la década del noventa fue un hecho importante para la sociedad ecuatoriana; fue importante porque visibilizó las desigualdades y fracturas históricas presentes en el país y propuso otro Ecuador posible. El paro de octubre, como ya lo han planteado algunos analistas,[1] representa un nuevo ciclo de conflictos y resistencias. A pesar de la ausencia de claridad sobre la forma en la que se dieron determinados hechos, quiero pensar que hay una parte de la sociedad ecuatoriana que incluye -tanto a sectores populares, urbanos y rurales, pero también a sectores medios- para la cual el paro fue algo necesario como afirmación y expresión de rebeldía e insatisfacción frente a las condiciones de inequidad, postergación y sujeción de más de una década. En el 2020 esa resistencia es al capitalismo en su fase más compleja y despiadada. Un capitalismo generalizado de minería a gran escala, destrucción de la naturaleza, terror y muerte; un capitalismo de individualismo, control social, superficialidad y entretenimiento, un capitalismo que combina formas violentas y sutiles orientadas a coartar las posibilidades de expresión y de organización social. En el capitalismo contemporáneo un Paro Nacional como el vivido en octubre es algo importante.

Manuel Kingman Goetschel

enero de 2020

Notas:

  1. Juan Cuvi, Natalia Sierra y Nelson Reascos han tenido un papel importante en el cuestionamiento hacia la ofensiva y campaña de desprestigio hacia el movimiento indígena. ?

Créditos:

Introducción: Manuel Kingman G.
Selección y gestión de contenidos: Manuel Kingman G.
Apoyo en gestión de contenidos: Paola De la Vega y Jaime Sánchez Velastegui.
Edición: Manuel Kingman G, Eduardo Kingman, Pamela Cevallos, Paola De la Vega V. Jaime Sánchez Santillán.
Diagramación Web: Manuel Kingman G. 
Fotografías  adicionales utilizadas por los ensayistas: Edu León, Archivo Red Komuna Quitu, Colectivo Cerco Mediático, Alejandro Ramírez Anderson, Iván Castaneira.

La Movilización Indígena y Popular de octubre en el Ecuador: Una reflexión desde adentro.

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Por Cristina Cucuri M.

“Si quieres la paz, lucha por la justicia” San Paulo VI.

A cuatro meses del Paro Nacional Indígena y Popular en el Ecuador ocurrido en el mes de octubre del 2019, liderado a nivel nacional por la Confederación de las Nacionalidades Indígenas del Ecuador-CONAIE. Por la magnitud, por la capacidad de movilización que surgió desde los sentires (desde el corazón), desde los pensares de las familias, de las comunidades y nacionalidades indígenas, desde los barrios urbanos marginales y populares de las ciudades, desde las organizaciones sociales, populares y de mujeres, entre otros. Además, por los actuales modos muy diversos de resistencia y de lucha durante los once días (2 a 13 de octubre del 2019) de movilización en el país, me lleva a nombrarlo como “el Segundo Gran Levantamiento Indígena y Popular del siglo XXI”.

Esta movilización fue en rechazo frontal a las políticas económicas que impulsa el presidente Lenin Moreno como parte del acuerdo firmado hace cerca de un año con el Fondo Monetario Internacional-FMI. El decreto ejecutivo 883 del 1 de octubre del 2019, la eliminación del subsidio de precios de combustible fue una de las medida que eran parte del acuerdo. El gobierno, las cámaras de la producción, la burguesía, el FMI, entre otros grupos, nos quisieron imponer a sangre y fuego esta medida. Conseguimos retroceder las pretensiones del gobierno nacional con la derogación de este decreto.

La mayoría de la población empobrecida movilizada en el país sentía y sabía que, con el decreto se incrementarían los precios de la gasolina, diésel, los pasajes del transporte y los precios de productos de consumo popular, por lo tanto, afectaría aún más a la economía familiar. Esta medida, como dice la sabiduría popular “fue la gota que derramó el vaso”. Las comunidades rurales e indígenas, pueblos y barrios urbanos marginales viven y trabajan en condiciones duras, sin atención de los gobiernos de turno. La movilización en su mayoría pacífica, no solamente fue en contra del decreto. Sino también contra las políticas implantadas por los gobiernos de turno, políticas que vienen profundizando inequidades sociales y económicas, han convertido a los territorios indígenas, en espacios excluidos de servicios básicos de agua potable, riego y y alcantarillado. Hay que mencionar además, las pésimas vías, los malos servicios de educación y salud, el cierre de las escuelas comunitarias. los altos niveles de desnutrición crónica que afectan a lxs niñxs menores de cinco años y los precios bajos e injustos de los productos agropecuarios. Por otro lado, miles de jóvenes no han podido ingresar a estudiar en los centros educativos de Educación Superior o no encuentran un empleo digno. Estas causas han provocado la migración masiva de familias enteras a las ciudades, hacinamiento, precarias e inestables condiciones de trabajo. Simultáneamente, Las grandes corporaciones trasnacionales extraen minerales metálicos de los territorios indígenas.

Los pueblos indígenas y campesinos, los pequeños agricultores saben que los precios de sus productos agropecuarios no se incrementarán. Qué paradójica y cruel es la realidad, lxs pequeños y medianos productores son los que siguen abasteciendo de alimentos a las ciudades. Estos pequeños y medianos productores vienen por siglos aportando con su trabajo -esfuerzo y subsidiando con sus productos agropecuaria la alimentación de la población de las ciudades de este país. Un claro ejemplo: los pueblos indígenas en el primer Levantamiento Nacional Indígena del 1990 en el “Mandato por la vida” que contenía 16 puntos de sus demandas. Entre unos de los puntos resaltó: la construcción del estado plurinacional, el apoyo a lxs pequeños productores agropecuarios con políticas agrarias que garanticen la producción y comercialización de su producción, precios justos, sistema de riegos parcelarios, entre otros. En la Constitución del 2008 se declaró al Estado Plurinacional e Intercultural pero este reconocimiento sigue siendo de papel y de etiqueta. No existen políticas públicas agrarias reales que beneficie a lxs pequeños y medianos productores. Coincido con el Dr. Simón Espinosa Cordero reconocido periodista y escritor ecuatoriano que manifiesta “el Estado ecuatoriano no solo tiene una deuda. Tiene un deudón con los indígenas. El estado debería hacer políticas urgentes para reparar la situación y compensar el retraso de siglos”. Estamos a pocos meses de cumplir tres décadas del primer Levantamiento Nacional Indígena en el Ecuador.

Las autoridades estatales, los grupos de poder económico y político, la burguesía de este país, están a puertas de conmemorar el bicentenario de la fundación de la República del Ecuador. Los gobiernos de turno siguen con los discursos, con programas parches, clientelares y de caridad. El Estado colonial monocultural, el racismo, el heteropatriarcado y el machismo siguen latentes. Las comunidades y los pueblos indígenas no tendremos nada que celebrar en esta fecha.

En esta histórica movilización estuvo presente la sabiduría de nuestrxs ancestrxs sintiendo, diciendo y haciendo que llevaron a juntar (nos) y compartir (nos) entre pueblos indígenas, trabajadores, jubilados, estudiantes, amas de casa, agricultores, campesinos, afrodescendientes, sindicalistas, investigadores y docentes comprometidos, hombres, mujeres, niñxs, jóvenes en resistencia y lucha por una vida digna, y; en rechazo del paquetazo mortal, alza brutal y generalizada de los precios.

Pablo Sanaguano

Ilustración: Pablo Sanaguano, Riobamba 19 de octubre 2019.

Ha pasado más de cinco siglos desde la invasión europea a las tierras y territorios de Abya Yala. Con ello se instauró el colonialismo, el racismo. En el caso ecuatoriano, el racismo sigue latente y se ha ocultado tras la etiqueta del Estado Plurinacional-Intercultural. En esta movilización el racismo mostró su cara con mucha crueldad. Los representantes de la élite, los voceros de los grupos de poder político y económico, algunos medios de comunicación, el gobierno, las autoridades estatales difundieron mensajes para deslegitimar e inmovilizar el levantamiento. Las frases más difundidas: “recomiéndeles que se queden en el páramo”, “esta república ha puesto muchísimo para los indígenas (…) pero no hay reconocimiento. La república tiene altísimo reconocimiento y consideración”, “dejen trabajar, dejen generar empleos, hemos perdidos millones de dólares”, “vamos a reconciliarnos como ecuatorianos, sí a la paz no a la violencia”, “indio agarrado indio encarcelado”, “no son dignos de entrar a pisar Guayaquil”, “si el Estado no responde, nosotros reemplazaremos con mano dura”, “pon la pluma al indio Vargas”, entre otros mensajes de tintes racistas. Los pueblos indígenas sentimos y vivimos el peso cruel del racismo: nos infantilizan, nos inferiorizan, nos deshumanizan, nos ridiculizan, nos llaman vandálicos, saqueadores, vagos y manipulados. La decisión políticas y económicas de este país son tomadas por estos grupos, hay de ellos quienes osen desafiarlos que caiga todo el peso de la ley y de la fuerza. Post el levantamiento, sus voceros, aliados con algunos medios de comunicación, vienen trabajando fuertemente en la subjetividad de lxs ecuatorianxs, principalmente en la amnesia para que nos olvidemos de lo sucedido.

Sin embargo, los pueblos indígenas seguimos con muchas fuerzas-Sinchi-sinchimicanchiy abriendo chaquiñanes-caminos desde la sabiduría insurgente por la dignidad y la continuidad de la vida de los pueblos indígenas y de los empobrecidos.

La participación de nosotras en esta movilización es importante reconocer (nos). Mujeres con bebés en la espalda, mujeres embarazadas, mujeres con niñxs, mujeres solas, jóvenes, estudiantes, amas de casa, madres de familia, jefas del hogar, profesionales, agricultoras, jubiladas, obreras, trabajadores “informales”, académicas comprometidas, comunicadoras,…., estuvimos en diferentes espacios, sitios y lugares, sintiendo, diciendo y haciendo. Apoyando, cocinando, organizando, participando, conduciendo-liderando, cuidando los animales, realizando plegarias, compartiendo los alimentos, en las reuniones -asambleas, en las carreteras, en las marchas, en la ciudad de Quito, con canciones, con consignas, con gritos, con demandas para la sostenibilidad y vitalización del levantamiento. Nosotras sentimos muy fuerte el peso de la discriminación, exclusión, racismo, inequidad, desigualdad económica y social que afecta a nuestras vidas, a la vida de nuestras familias, de nuestros pueblos. Ejemplo, nos afectan mucho cuando las políticas educativas coartan el sueño de nuestros hijxs a estudiar en el nivel superior. Con la vigencia del decreto 883 automáticamente subirían los precios de todo (alimentación, vestimenta, pasajes de transportes, etc.). Las mujeres lidiamos y hacemos malabares para que el recurso económico familiar alcance para las necesidades básicas familiares.

Revisando la memoria histórica de los pueblos indígenas, la participación de las mujeres ha sido permanente desde la colonia hasta la actualidad contra las medidas políticas y económicas impuestas. Recordaré unas pocas mujeres: Lorenza Abimañay de la Gran Nación Puruhwa en contra de los tributos en 1803, Manuela León contra los diezmos, la opresión, explotación de la fuerza de trabajo de los pueblos indígenas en el año 1871 en la presidencia de Gabriel García Moreno. Dolores Cacuango y Tránsito Amaguaña del pueblo Cayambis por el acceso a la tierra, salario justo para lxs trabajadores agrícolas, conformación de sindicatos agrícolas, por la educación bilingüe, por la eliminación del trabajo doméstico de las jóvenes en las haciendas en las décadas del 20 a 60 del siglo XX. En el primer Levantamiento Indígena del 90, un gran bloque de mujeres encabeza la marcha desde la zona de minas de Calpi hacia la ciudad de Riobamba de la provincia de Chimborazo.

En esta movilización sentimos y vivimos la violencia estatal, dirigida, conducida, avalada y legitimada por el gobierno de Lenin Moreno, con sus ministros de Gobierno María Paula Romo y de Defensa Oswaldo Jarrín. El Estado mostró su cara patriarcal, machista, violenta, discriminatoria y excluyente.

El Estado ecuatoriano declaró 12 de octubre como el “Día de la Interculturalidad y la Plurinacionalidad”. Que ironía, el décimo día de la movilización (12 de octubre del 2019), hubo represión brutal de los militares y policías con bombas lacrimógenas, balas de goma, perdigones, antimotines, policía montada a la marcha frente al edificio de la Asamblea Nacional. Las imágenes y videos difundidos por los medios alternativos-comunitarios muestran escenas muy desgarradoras. El Defensor del Pueblo Freddy Carrión manifestó que hubo “graves violaciones a derecho humanos” y “uso excesivo de la fuerza”, además la Comisión Interamericana de Derechos Humanos -CIDH menciona que “habrían ocurrido el uso excesivo y arbitrario de la fuerza” y recomienda al Estado ecuatoriano “Establecer un plan de atención inmediato y reparación integral para las víctimas del paro”.

La marcha del décimo día estuvo encabezada por las mujeres. Alzaron las manos en señal de la paz, en respuesta el Estado patriarcal y machista usó la fuerza, avaló la violencia y la represión brutal.

En la movilización de octubre, once personas fueron asesinados por el estado ecuatoriano. Once compañeros dieron sus vidas por la dignidad, por la justicia, por la continuidad de la vida de los pueblos indígenas. Sus cuerpos fueron sembrados en sus lugares de origen pronto florecerán y darán frutos para seguir alimentando la resistencia y lucha de los pueblos.

La luz de la resistencia y lucha por la vida y la dignidad de los pueblos alumbró aquí en Ecuador, continuó por los territorios de Abya Yala: Haití, Chile, Bolivia, Colombia y sigue por otras partes del mundo contra el capitalismo, heteropatriarcado, extractivismo y neocolonialismo.

Profundo homenaje a once compañeros asesinados. Reconocimiento a hombres, mujeres, niñxs, jóvenes, taitas, mamas de diferentes organizaciones populares, sindicales, estudiantes, movimientos sociales, de mujeres, de pueblos indígenas,…, que alzamos nuestras voces de indignación mediante diferentes estrategias creativas de movilización contra las medidas económicas dictado por el gobierno de Lenin Moreno. A lxs compañerxs judicializados-criminalizados. A hombres y mujeres que quedan con secuelas y marcas graves en su cuerpo de por vida. JUSTICIA Y NO IMPUNIDAD

La lucha y la resistencia de los pueblos continúa: sintiendo, diciendo y haciendo.

Cristina Cucurí M.

Puruhwa Kichwa del Ecuador


El Paro Nacional en la mirada de Pocho Álvarez

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Marcha de mujeres 12 de octubre del 2019

Experiencia Paro 2019

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Comic: Diego Carvajal
https://www.facebook.com/calaveracomix/
https://www.instagram.com/calaveracomix/p/BrGu_WOF8I_/

Experiencia Paro 2019

En menos de dos días…

Nota:

* El paper usado para este comic:

Diego Carvajal

Dreher, A. (2004). IMF and Economic Growth: The Effects of Programs, Loans, and Compliance with Condicionality. [online] https://www.twi-kreuzlingen.ch/. Available at: https://www.twi-kreuzlingen.ch/wp-content/uploads/2017/12/twi-rps-001-dreher-2004-11.pdf [Accessed 23 Oct. 2019].Ver traducción

Evict the road: Intervención en el espacio público

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Dario Caiza

Intervención artística y texto: Dario Caiza

https://www.instagram.com/ruben.dario.azul/

Descripción:

La obra parte de las jornadas de manifestaciones ocurridas en octubre del 2019, y recoge un elemento que en el transcurso de estos acontecimientos adquirió una nueva carga simbólica como es el caso del adoquín. En ese sentido se emplea adoquines que formaron parte de las barricadas construidas alrededor del parque El Arbolito con el fin de intervenirlas, a manera de que cada adoquín contenga una placa con el nombre de cada uno de los fallecidos en el periodo de protestas, para su posterior reinserción en los alrededores del parque.

El espacio:

Del ornato, a la insurgencia, momentos activadores.

La construcción del espacio es una dinámica que se encuentra en constante modificación, determinada por intereses de orden político, económico, social, etc. Es decir el espacio se determina alejado de las necesidades del individuo y prioriza su sentido funcional, haciendo del habitar un ejercicio mecanizado. ¿El espacio hace al individuo o el individuo al espacio?

En ese sentido la obra parte del estudio de un “no lugar”, en específico del parque “El Arbolito”, el cual se convirtió en el mayor punto de concentración en el levantamiento popular de octubre del 2019, si bien es cierto el parque se instaura como un organismo de ornato determinado por una institución a cargo, resulta interesante como bajo diferentes circunstancias y momentos este “no lugar” toma otras tonalidades ajenas a su naturaleza, eliminando su sentido funcional y trasladándose como sitio de nuevos significantes ante la misma institución que representa su génesis.

En este proceso existieron elementos que tomaron diferentes cargas simbólicas, como es el caso del adoquín empleado en la construcción de barricadas que mermaban el accionar de la fuerza pública y brindaba resguardo a los múltiples protestantes. Dentro de la obra se utilizan los mismos adoquines que formaron parte de estas barricadas, y se las interviene con una placa que contiene el nombre de las personas que perecieron en el contexto de las protestas, para su posterior impresión a modo de “litografía Urbana” y posterior reinserción en el mismo parque.

Bajo esta metodología la obra toma importancia ya que se desarrolla en lugares y con objetos “in situ”, de fácil acceso en el imaginario colectivo, que visibiliza la toma de políticas que anteponen intereses de ganancia económica por sobre el bienestar común y sus alcances. Además que sugiere una nueva idea que ayuda a repensar el espacio público en construcción, como un sector en constante disputa, conflictivo, y que muchas veces se instaura como el reflejo de la idea de progreso imperante en el mundo. La obra se presenta como el testimonio de una realidad próxima, que sustrae objetos inmersos en la cotidianidad dotándolos de otros significados como ejercicio de memoria, en una sociedad en donde el intervalo reflexivo es casi nulo y donde se promulga un tránsito de lo efímero. En cada momento se destruye el aura de la obra y el modo contemplativo de la misma, y más bien se inmiscuye en la creación de situaciones de percepción colectiva, una experiencia estética más cercana a la vida llena de posibilidades y en donde recorre diferentes lecturas a modo rizomático, ya sea el adoquín reinsertado en el parque, su estampa o el registro fotográfico y audiovisual.

Grabados realizados a partir de los adoquines

De Pandemias, Educación y Cultura

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El Covid-19 ha dejado ver algunas cosas que ya antes de la pandemia eran manifiestas, una de esas es la incapacidad de gobierno para afrontar la administración del país. Si la crisis sanitaria exigía medidas urgentes y organizadas, la respuesta del gobierno fue insuficiente e improvisada: anuncios contradictorios y poca capacidad resolutiva frente a la coyuntura. Lo acontecido en Guayaquil no solo demuestra el colapso del sistema sanitario por falta de recursos y precariedad del trabajo del personal de salud, sino también, indolencia e irresponsabilidad desmesurada del gobierno central y del Municipio de esa ciudad. Enfermos que pasaron un vía crucis para ser recibidos en una clínica, gran parte de ellos no fueron atendidos y tuvieron que tratarse en sus casas, familiares de fallecidos que velaron a sus deudos hasta por siete días y otros que tuvieron que buscar en las improvisadas morgues a sus muertos abriendo las fundas de una en una.[1] Esas mismas fundas para cadáveres se compraron a sobreprecio y fueron parte de los múltiples escándalos de corrupción que salpicaron al gobierno durante toda la crisis sanitaria: fundas para cadáveres, mascarillas, trajes de bioseguridad, canastas de víveres, la vida (y la muerte) de ecuatorianas y ecuatorianos como oportunidad para el chanchullo y el negociado.

En este texto no es posible profundizar en la corrupción, la desinformación y las cifras poco claras con el que el gobierno ha manejado la crisis, ni tampoco en las ínfimas medidas paliativas del Estado para proteger a la población, tampoco podemos indagar en las nefastas consecuencias sociales de las medidas económicas para los sectores medios y populares. [2] Ciertamente, tampoco vamos a hablar a fondo del nulo aporte de los sectores más pudientes de la sociedad y en la omisión del cobro de impuesto a las empresas deudoras del Estado. En este texto, nos queremos centrar en dos ámbitos en los cuales estamos involucrados, y que también se afectarán por las medidas implementadas por el gobierno, nos referimos al sector cultural y al sector educativo. El anunciado recorte presupuestario a las universidades y la fusión del ICCA ( Instituto de Cine y Creación Audiovisual) y el IFAIC (Instituto de Fomento a las Artes, Innovación y Creatividad), se han presentado desde el aparato mediático del gobierno como una estrategia necesaria e inevitable para la recuperación económica del país; estas medidas más que ayudarnos a paliar la crisis sanitaria y económica son parte del combo o paquete de medidas dispuestas por el gobierno para seguir con una ruta ya trazada, una senda dispuesta por el FMI con quien se firmó un acuerdo el 20 de febrero de 2019, cuyas cláusulas y condiciones nunca se han transparentado.[3]

Hay que recordar que los intentos más drásticos -en cuanto a las medidas económicas por parte del gobierno- se propusieron en octubre de 2019, motivo por el que se suscitó el Paro Nacional que le obligó a dar marcha atrás. Más allá de estar de acuerdo o no con las medidas propuestas en octubre, lo que quedó claro, es que existe una tensión y malestar social que se ha ido incrementando paulatinamente. Moreno ha tratado de implementar medidas económicas de corte neoliberal y de protección a los grandes capitales y la pandemia se convierte en la mejor oportunidad para consumarlas[4].

¿Por qué es importante sostener la educación pública? Lo que vamos a decir puede parecer algo obvio, pero es necesario repetirlo una y otra vez para volverlo a enunciar. La educación pública es importante porque da el acceso a la educación a jóvenes de escasos recursos que sin esa entrada a la educación superior no tienen ninguna posibilidad de movilidad social, es necesario defenderla porque el Ecuador es un país con desigualdades históricas y taras coloniales que persisten y atraviesan las relaciones entre las clases sociales. Al limitarse la educación pública, el número de personas que tienen acceso a la educación se reduce, con graves consecuencias que se reflejan en el crecimiento de la pobreza en el país, y empeoramiento de la crisis social que ya se encontraba en un punto álgido antes de la pandemia y de estas decisiones gubernamentales. Es claro también que la educación es un proceso excluyente y bajo estas nuevas medidas se torna aún más en un privilegio disfrutable solo para las personas que tengan los recursos económicos para pagarlo. El único camino que se puede vislumbrar es el reforzamiento de estas taras clasistas y la perpetuación de la desigualdad social y su consiguiente abuso de poder. Por esas y otras taras como la corrupción y el regionalismo es necesario defender la educación. Hay que defender la educación pública y de calidad, hemos constatado como en las redes sociales hay un ejercito de trolls y un tropel de pseudo periodistas, que han tratado de poner en tela de juicio la necesidad de la educación, el discurso de la optimización de recursos y de los sueldos millonarios de los rectores es falaz, ya que un rector de una Universidad Pública ha pasado por un proceso de formación riguroso que le permite estar en esa posición. Recordemos que en octubre ese mismo grupo de «líderes de la opinión pública» deslegitimaron la movilización del movimiento indígena y los sectores populares.

Fortalecer lo público es importante, la pandemia ha dejado claro esto. Países que se han preocupado por la salud pública han podido resistir los momentos más críticos del Covid-19, mientras que Lenin Moreno ha seguido recetas neoliberales que han reducido la capacidad de respuesta del sistema de salud.

La misma reflexión sobre lo público es necesario aplicar a la educación y al campo de la cultura, otro sector de la sociedad que ha sido golpeado por las medidas de Lenín Moreno. La cultura siempre ha sido vista por este y otros gobiernos como un divertimento, espectáculo, y como una herramienta proselitista en tiempos de campaña electoral. Basta nombrar el video con el que el gobierno promociona la paliativa ayuda a la cultura, para dimensionar el desconocimiento y la subvaloración de lo cultural en el contexto del Ecuador, bellas artes en paisajes del siglo XIX como imagen de lo artístico- cultural. El sector de la cultura siempre ha sido el último en ser atendido y uno de los primeros afectados por las crisis. En el contexto de la actual crisis sanitaria, creemos que las medidas asistencialistas propuestas por Lenin Moreno no aplacan la situación vulnerable de las y los artistas, ni el recorte en los ínfimos presupuestos en cultura representan sumas gigantescas para el Estado. Hay que entender que la «optimización» de recursos propuesta al fusionar el IFAIC y el ICCA atentan contra una institución (el ICCA) que se ha formado por una demanda de varias décadas de los cineastas. En un país que ha sufrido un desmantelamiento continuo en su institucionalidad es triste ver que las pocas instituciones culturales que funcionan desaparezcan o estén en riesgo de desaparecer. Lo mismo sucede con la Universidad de las Artes, que más allá de los directivos a cargo, es un proyecto interesante e importante para el país ya que da la posibilidad de tener una educación artística de calidad a jóvenes de sectores populares.

¿Ahora qué le queda a la cultura y a la educación en general de este país? ¿Es acaso el espacio de resistencia ante este momento oscurantista que estamos atravesando?.  Parecería que las únicas políticas culturales que entiende el gobierno son las que se relacionan con el turismo, asociada al folklore y al baile típico. Nos preguntamos qué significa  la educación para este gobierno: ¿Formar personas que se integren al aparato productivo sin el ejercicio del pensamiento crítico?

Con estos recorte y medidas a la educación y a la cultura se devela un problema estructural que carga la clase política del país. Una clase que no está preparada, corrupta, inoperante, improvisada y negligente, que toma decisiones sobre cosas que no dimensiona ni entiende. La actual «élite» política que alguna vez cuestionó al poder en los veinticinco años de regreso a la democracia, preguntó ¿Quién jodió al país? Pero al parecer esa pregunta solo fue un capricho de juventud, generada desde algunas lecturas marxistas leídas en el contexto de una educación privilegiada. Esos jóvenes rupturistas que ahora son el poder han olvidado totalmente la importancia de la educación pública y la relevancia de la cultura. Poco se puede esperar de un presidente de la República que ha demostrado públicamente su limitada capacidad reflexiva y que a toda luz demuestra que no tiene dentro de su propio gabinete poder de decisión, peor aún, de propuesta frente a la crisis y al empobrecimiento del pueblo. El temor de su propia incapacidad se refleja en los únicos presupuestos no recortados, policía y ejército.

La crisis de este país no es solo culpa de este gobierno, gastos desmesurados durante los diez años de Revolución Ciudadana, crisis y corruptelas continuas han azotado a “nuestro Ecuador del alma” durante toda su vida republicana. Pero al igual que los anteriores gobiernos que tienen una vela en este entierro, es necesario hablar de la responsabilidad concreta del gobierno de Moreno ante la debacle social que se aproxima. ¿Esa será la carta con la que pasará a la historia y a la memoria de este país? Un país que olvida con demasiada frecuencia, pero que se levanta cuando es necesario.

Jaime Sánchez Santillán , Manuel Kingman Goetschel

23 de mayo de 2020.

    1. Para tener una dimensión de lo que sucedió en Guayaquil se puede escuchar el Podcast de El Hilo , un programa periodístico “Vienen a morir”: el colapso de Guayaquil” publicado el 10 de abril en el que se dimensiona la crisis humanitaria en Guayaquil. ?
    1. En un programa de Wambra Radio publicado el 6 de mayo la Economista Gabriela Montalvo debatió sobre la desprotección del gobierno a la población y las consecuencias sociales en el contexto de la Pandemia. ?
    1. En este link se puede leer la noticia donde se anuncia el mencionado acuerdo https://www.elcomercio.com/actualidad/ecuador-alcanza-acuerdo-tecnico-fmi.html ?
  1. Según Juan Ponce director de la FLACSO en una entrevista ofrecida a Diario El Comercio, nos recuerda que la reducción del presupuesto a la educación pública en este gobierno ha sido sistemática y que ya existieron recortes en el 2018 y 2019, sumado con el nuevo recorte el monto de perjuicio a la educación pública es de 300 millones. https://www.elcomercio.com/actualidad/recorte-presupuesto-universidades-cidh-emergencia.html. ?

Prueba

Prueba 2

El ejercicio inútil de la participación

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Llevamos más de una década participando en mesas de trabajo, foros y talleres, como actores culturales, mediadoras u organizadoras. Más de una década hemos sido "objeto de estudio" de consultorías o las hemos realizado con la pretensión de que por fin tendríamos políticas culturales del Estado central o de los gobiernos locales. Más de una década de escribir documentos, dar entrevistas y debatir públicamente. ¿Otro diagnóstico, otra mesa de trabajo? ¿De nuevo? ¿Para qué?

Reciprocidad / Complementariedad

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El nombre de la exposición Reciprocidad- Complementariedad viene de un ejercicio de intercambio entre los distintos talleres. Este ejercicio, planteado teniendo como referencia a la práctica del arte correo, tuvo como objetivo generar espacios de encuentro entre los distintos niveles

Pensándo(nos): Taller de Estrategias Contemporáneas del Arte

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En el Taller de Estrategias Contemporáneas del Arte de este semestre, hemos detectado nuevas vías de circulación para pensar(nos) a partir de nuestro ejercicio. El día a día, modificado por la pandemia COVID19, se ha asentado, ya no se asemeja a una neblina que distorsionaba nuestras miradas, sino que más bien, forma ahora el suelo desde el que nos plantamos para germinar nuestras ideas.

Taller 4: Taller de Arte y Espacio Específico

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Ejercicio de intercambio realizado entre los estudiantes de la Carrera de Artes Visuales de la PUCE.

Taller 6: Taller de Procesos y Metodologías Artísticas

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Este semestre pude impartir en el Taller de Procesos y Metodologías Artísticas, en el cuál se trabaja a partir de tres ejes. El primero consistió en buscar relaciones entre arte y literatura. En el segundo eje se relacionó la línea de búsqueda personal previamente identificada con metodologías propias de la etnografía. El tercer eje consistió en acercarnos a la relación entre arte y archivo, y para eso accedimos a archivos públicos, familiares y de la historia del arte.

Reciprocidad-complementariedad: Ejercicios de intercambio.

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